Está demostrado que cuando hay jabalís en los montes, los componentes de la cuadrilla 141 saben lo que tienen que hacer. Si el fin de semana pasado no tuvieron la oportunidad de lanzar ni un solo disparo, hoy se desquitaron con creces y la mayoría de ellos tuvieron la oportunidad de limpiar los rifles de la roña acumulada desde la temporada pasada.

Bien pronto estaban ya los cazadores en San Pedro de Bedoya, donde Tino les fue señalando los lugares de dónde se debían colocar los puestos, a la vez que se acreditaban ante la guardería.

"Vamos a echar la zona de abajo, por la parte de Cobeña y las viñas. Vamos a cubrir desde Sierratama hasta la Sieta y por la tarde vamos a ir a la Dobra , que anoche dieron vuelta un prau de Vicente". "No va hacer falta, vamos a terminar pronto, porque hay muchísimos", le replicó Jorge el de Trillayo.

Había prisas por terminar los trámites, el día estaba nublado y la mañana fresca, pero había temor a que el sol hiciese su aparición y lo acusaran los perros.

Éstos entraron por Castro y aún no habían dado tiempo a colocarse los tiradores cuando cogen demanda. "Atentos los que estais en el Pandu, que van en esa dirección" comentaba Chanchel por la emisora. "Pero al ras de la Peña estoy viendo a dos que suben pa riba, unu es muy grande y el otru más pequeñu" replicaba de nuevo la emisora.

Eran las 9 en punto de la mañana cuando se oye el primer disparo. A los breves segundos otro, y otro más ... Silencio, nadie dice nada, hasta que por fin alguien se atreve a hablar: "¿quién tiró? a ver que pasó...". "No, nada, se me escapó...", comentaba Ivana en voz baja. No había terminado de hablar cuando suena otro disparo muy cerca de allí y sin consecuencias. El jabalí le había salido a Ivana por atrás y cuando le vio pudo hacerle tres disparos pero no le quitó ni un pelo. Más arriba estaba Tino y el jabalí se le presentó de bruces, pero Tino hoy no tenía su día. Un solo disparo solo sirvió para que el jabalí cogiera aún más carrera que la que traía.

Mal empezaba el día, pero solo fue un espejismo porque empezaron a salir jabalís por todos los sitios y los disparos retumbaban en todo el valle. Por las viñas salió uno en dirección al río que llegó a cruzar, pero en Miseja estaba Enrique para pararle en su carrera con un solo disparo. Pero el verdadero fregao estaba por la parte de Cobeña. A Juan Antonio Mena le salió uno en el camino viejo que va a Lebeña cuando intentaba cruzar la carretera, pero Mena, haciendo valer su autoridad, le echó el alto para hacerle el test de alcoholemia y al comprobar que superaba con creces los niveles permitidos, le retuvo de un solo disparo para que no llegara a pisar el asfalto. Ya iban dos y aún no eran las 9 y media de la mañana.

Poco después por encima de Cobeña se oye otro disparo y enseguida se oye por la emisora otra vez la voz de Ivana: "éste sí que cayó, ahora no fallé...". Efectivamente, de un solo disparo Ivana se desquitó y remató a un buen ejemplar.

Los perros continuaban ascendiendo por encima de Cobeña y la "fiesta" se trasladó a la "Sieta" donde les estaban esperando los tiradores. El primer jabalí que asomó por allí se encontró con José Antonio Llorente que necesitó dos disparos para pararle los pies. No habían pasado mucho tiempo cuando al mismo Llorente se le presentan dos marranos. Pumm, pum, pum., tres disparos fueron suficientes para que uno de ellos hincara las rodillas. El otro siguió ileso de la refriega pero no contaba que estaba allí Luis Miguel que de un único disparo le paró en su huida.

Ya iban seis y no eran las 11 de la mañana. "A ver cuantos se mataron..", preguntaba Tino por la emisora, "a ver si nos pasamos del cupu, con tantu tiru parece que aún estamos en las fiestas de la Cruz". No, aún faltaban dos, que no tardaron en caer porque instantes después el mismo Luis Miguel, también en los praos de la "Sieta" tumbaba al séptimo de la jornada y para no ser menos Llorente, minutos después hacía el particular triplete con otro cerdo que redondeaba la mañana y el día, porque a las 11, 30 de la mañana Tino dio la orden de no matar más jabalís.

Ya estaban los ocho que marca el reglamento, así que todos contentos porque los perros trabajaron bastante, mordieron lo que les vino en gana y los cazadores se hincharon a limpiar los cañones de los rifles. Y si no, que se lo digan a José Antonio Llorente que bajaba del monte feliz y contento, nunca había matado en una sola jornada tres jabalís. Eso no se hace todos los días. Fueron pocas horas, pero muy intensas y donde todos pudieron disfrutar.