Llegó ya el mes de Diciembre y con él la hora de la verdad. Ahora los montes están más o menos limpios de maleza, los jabalís tienen bellotas y hayuco por todas partes, los perros están ya lo suficientemente en forma para correr lo que haga falta y los cazadores..., bueno los cazadores son los únicos que pueden desentonar ya que la puntería no es la idónea, pues se producen bastantes fallos. De todos modos, tampoco es fácil atinar; son muchas las circunstancias que rodean el lance de matar y la destreza de los cazadores no es suficiente para acabar con la vida de los jabalís que por otra parte son tan listos o más que los propios cazadores ya que se la urden por donde menos esperan.
Hoy toca cazar en el lote de Pámanes, que está por encima de Lerones y de Valdeprado, hasta terrenos lindantes con Polaciones.
A las ocho de la mañana empezaron a llegar los cazadores a la Viñona donde tuvo lugar la presentación de las documentaciones ante la guardería y donde Tino, como jefe de la cuadrilla 141, les fue indicando las normas y circunstancias de lo que iba a ser la jornada cinegética. "Hoy vamos a poner la emisora en el canal 6 y vamos a desquitarnos del otro día, creo que hay muchos jabalís".., les advertía. "A por el cupu ..", se dejó oír por allí.
Una vez colocados los tiros, los monteros empezaron su sacrificado y laborioso trabajo de conducir los perros, para que éstos se encarguen de sacar a los jabalís de sus encames. Y seguramente que hubo algún jabalí que no llegó ni a calentar la cama, porque nada más soltar los perros, éstos se pusieron como locos; por los ladridos, se deducía que el jabalí había pasado por allí hacía muy poco tiempo. Y así sucedió. Escasos minutos después, salió el marrano a toda prisa delante de la jauría de perros que, aún frescos, le perseguían muy de cerca. Los tiros estaban aún bastante lejos, así que la persecución duró un buen rato. "Atentos arriba, que los perros llevan a un jabalí bastante buenu; seguru que sale arriba", comentaba David por la emisora. Los cazadores se ponen en guardia y fue José Antonio Llorente el que se dio cuenta que venía hacia él, pero quizá un poco bajo, así que sigilosamente echó una pequeña carrera y se parapetó detrás de un roble esperando al marrano, que no tardó en pasar por el lugar. Bueno, en realidad no llegó a pasar porque Llorente, haciendo gala de una gran puntería, le asestó un único disparo que fue lo suficiente para ver rodar al marrano y ser presa de los perros que mordieron a rabiar.
Minutos después los perros levantaron a otro que también emprendió la huída monte arriba, para luego darse la vuelta y volver prácticamente por el mismo sitio donde había salido del encame. Chanchel, que vio la maniobra, le esperó para darle la correspondiente dosis de pólvora. Necesitó hacer dos disparos para verle rodar hasta una riega.
Así iba transcurriendo la cacería con varios disparos que no llegaron a su destino, la mayoría de las veces por la poca puntería de los tiradores y también por el aceleramiento de algunos que no supieron esperar al momento oportuno de hacer el disparo. Llegó ya el mediodía y solo iban dos piezas, pero entonces sucedió algo insólito.
Después de estar unas cuantas horas los tiradores en sus puestos, Aníbal se tuvo que restregar los ojos para observar mejor lo que le pareció ver. A unos doscientos metros de donde se situaba había un hormazo de donde, sin perros ni nada para pincharle, salió un enorme jabalí que corrió unos quince metros para luego pararse y otear el terreno. No le dio tiempo a inspeccionar mucho, ya que Aníbal, que estaba ojo avizor, aprovechó su parada para soltarle un disparo que le llegó directamente al corazón, ya que no anduvo ni dos metros, cayó redondo. Pero no terminó aquí la cosa, al sonido del disparo, salió del mismo hormazo otro jabalí, algo más pequeño que el anterior, pero tampoco pudo ir muy lejos. Aníbal se encargó de pararle también de un único disparo. "¿Aníbal, le mataste?", preguntó Tino por la emisora. "No estoy seguro, pero me parece que maté dos, uno seguro y el otro no le veo, pero seguro que también le dí". No tardó Aníbal en ir a comprobarlo y no estaba equivocado, dos buenos jabalís de dos disparos y eso que no estaban cerca, ¿hay quien dé mas?. Uno de ellos rebasaba los cien kilos, era muy grande, aunque la boca no era de las mejores; tenía algún colmillo saltado.
Y para terminar la cacería tuvo que ser de nuevo José Antonio Llorente el que hiciese gala de una gran puntería. No fue fácil matarle ya que el jabalí estaba muy lejos, pero ante el temor a que se escapase hacia terrenos fuera del lote, optó por tirarle. El primer disparo sirvió para que el marrano diese un pequeño salto y girase su rumbo, pero no pudo ir muy lejos ya que un segundo disparo valió para dejarle inmóvil en el sitio.
Cuando ya se cumplía la hora de teminar la cacería, Chanchel vio una cuadrilla de jabalíes cruzar un prado en dirección a los montes de Lamedo. Iban sin perros y tampoco muy deprisa. Hasta once pudo contar, que quedaron allí para otro día.
Luego, ya de noche, los cazadores pasaron por donde Sixto que les sació el apetito con una suculenta merienda-cena a base de torresnos, boronos, chorizo, patatas y huevos, mientras los cazadores comentaban las incidencias de la buena jornada que habían vivido.
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