Cuadrilla 31

La cuadrilla 31 hizo el cupo en Vallejas de San Pablo

 

Después de haberles tocado cazar durante ésta campaña en casi todas las jornadas con agua, niebla, frío y nieve, hoy amaneció una bonita y soleada mañana para los componentes de la cuadrilla 31. Eran las 8 de la mañana cuando empezaban a llegar a Ojedo para presentar las acreditaciones ante la guardería, a la vez que Tasín, el jefe de la cuadrilla, les iba dando las últimas instrucciones. Hoy hay que cazar en el lote de Vallejas de San Pablo, que está entre los pueblos de Frama, Aceñaba, Lubayo y Valmeo.

Después de colocados los tiradores, entran los perros en acción. Ellos serán los encargados de mover y sacar de sus encames a los jabalís y llevarlos hacia donde se encuentran los cazadores que deberán permanecer lo más silenciosamente y quietos posibles, para no ser detectados por el jabalí. Otra cualidad muy importante del cazador es estar siempre atento y listo para el disparo, porque el jabalí, cuando menos te lo espera, se presenta para desaparecer en un momento. Debemos tener en cuenta, que el jabalí difícilmente abandona la espesura, por lo tanto si no estamos muy atentos y con los sentidos en alerta, lo más normal es que no nos percatemos de su presencia, o cuando lo hagamos ya sea demasiado tarde para poder realizar un certero disparo sobre el mismo. Hace poco leí un artículo donde decía que el jabalí es el animal más difícil de abatir dentro de la caza mayor. De hecho las estadísticas no engañan y dicen que es el animal sobre el que se necesitan más disparos para poder cobrarlo.

Pero éste no es el caso de la cuadrilla 31, ya que hoy necesitaron pocos disparos para hacer el cupo. Solamente se les escaparon tres; no salieron más jabalís.

No eran las 11 de la mañana cuando Angel Gutiérrez, el hijo de Ceto, tuvo que ponerse firme. Los perros traían un jabalí y aunque aún no le veía, sabía que posiblemente pasaría por aquella zona. Efectivamente, como ya estaba en posición de alerta, no le resultó difícil apuntar y derribar de un único disparo a un marrano, por cierto "bastante guapo", que trataba de eludir el asedio,.

Minutos más tarde le toca el turno a Carlos Posada, de Viñón, que hoy estaba de invitado y que necesitó dos disparos para ver cómo el jabalí daba cuatro botes y quedar a merced de los perros unos metros más adelante.

No lo hizo tampoco mal Roberto Bulnes, de los Cos, que se le presentó la ocasión y no la desaprovechó. El resultado fue un nuevo jabalí que quedó también a merced de los perros, después de dispararle tres tiros.

Era ya mediodía, cuando de nuevo, el rifle de Carlos Posada entra en acción y de un único disparo frenó las lógicas pretensiones de evadirse de un jabalí que era bastante bueno.

Cuatro jabalís para la hora de comer, no se matan todos los días, pero siempre hay alguno que quiere más, por otra parte, es hasta lógico. Uno de ellos fue Oscar Antón, un joven de apenas 18 años que se quejaba de que, durante ésta campaña, no había tenido la oportunidad en ninguna cacería de hacer un disparo. Oscar es montero y hacía estas afirmaciones a Alberto, el de Pumareña. mientras echaban un "bocau". "No te preocupes, hombre", le respondió Berto. "Ten en cuenta que nuestra misión, la de los monteros, es levantar a los jabalís de los encames y llevarlos a donde están los puestos. A veces se nos presenta la ocasión y tenemos que disparar. Pero no te preocupes, nunca es tarde, a lo mejor ésta tarde tienes aún la oportunidad de matar un jabalí".

Al que se le presentó la oportunidad fue a Héctor Gutiérrez, de Valmeo, que no quiso desentonar ya que la cacería se desarrollaba por su pueblo y necesitó dos disparos para ver cómo el jabalí caía rodando por el encinal abajo. No era muy grande.

Otro que también tuvo la oportunidad y no la desaprovechó, fue Alvaro, el de Casillas, que con un solo disparo le bastó para ver cómo un jabalí pegaba un gran salto, acompañado de un desgarrador gruñido, y quedar tumbado inmóvil.

Era ya casi la hora de terminar la cacería y los perros de Oscar levantaron de su encame a cuatro jabalís. Los marranos, en vez de salir por patas, se quedaron ronceros y se dispersaron cada uno por un sitio diferente. Oscar estaba allí y pudo seguir toda la maniobra. Se acordó de las palabras de Berto: "Nunca es tarde......". Se echó el arma a la cara y cuando uno de los jabalís le pasó relativamente cerca, le soltó un disparo que valió para que el marrano se diera la media vuelta. Oscar estaba nervioso, pero no sabe de dónde le vino un momento de sosiego, que un segundo disparo fue suficiente para que alguno de los perros mordiera a rabiar. Era el primer jabalí del muchacho. Otros perros siguieron con su trabajo y perseguían a otro jabalí. Oscar estaba aún preso por la emoción y le soltó también dos disparos, pero el marrano siguió su ruta, seguido de los sabuesos. Como queda dicho, era ya la hora del límite de la cacería, pero para los perros no existen horarios. Cuando los monteros fueron a recogerlos, se dieron cuenta que estaban todavía alrededor del herido jabalí. No estaba muerto, pero tampoco podía andar. Era ya de noche y los cazadores temían acercarse a rematarle. Los perros no se amilanaban ante las acometidas del macareno y ante el peligro de salir alguno herido por el fuego del rifle, acordaron ir al día siguiente a recogerle. No podía ir muy lejos, estaba herido de muerte.

Así terminó la cacería. Ninguna cuadrilla había logrado durante la temporada hacer el cupo en éste lote y la cuadrilla 31 lo logró. Así que todos contentos se bajaron con siete jabalís en los remolques y Oscar quedó encargado en ir al día siguiente a rematar "su jabalí", el segundo de su corta vida. Parece que Berto fue adivino. "Nunca es tarde......" y menos en el caso de Oscar.

Una merienda-cena en Ojedo, donde los Guardo, remató la bonita jornada cinegética

(Datos facilitados por Miguel González)

CUADRILLA 31

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