Cuadrilla 141

La cuadrilla 141 mató cuatro jabalís en una accidentada cacería

Cuando los componentes de la cuadrilla 141 se reunieron en el aparcamiento que está junto a la iglesia de Lebeña para presentar las acreditaciones a la guardería, empezaba a amanecer. Eran las 8 de la mañana y un blanco manto envolvía los campos, producto de la fuerte helada que estaba cayendo. Hoy toca cazar en Poda-Cordancas y después de varios días seguidos de agua y de nieve, por fin amanecía con los cielos despejados.

Tino el jefe de la cuadrilla, les informaba: "Arriba tenemos nieve, así que vamos a cerrar en la parte alta por Arceón y Trescorroble, los perros van a entrar desde la cabecera del pueblu. Tenemos que poner también tiros en el riu Deva porque ya sabeis que muchas veces los jabalís se nos escapan por ahí".

Una vez colocados los puestos, se da la orden de empezar y tanto perros como monteros pronto tiene la oportunidad de esparcir el frío ya que a doscientos metros de las casas de Lebeña ya empezaron a "cantar". Y no tardaron en levantar de su escondite a los jabalís que a esas horas descansaban del ajetreo de la noche anterior.

Los primeros disparos que se oyeron fueron los de Juan Antonio Mena. Sus mismos perros habían levantado un jabalí y encima de los invernales del Pando necesitó tirarle en tres ocasiones para ver cómo los sabuesos le mordían con todas las ganas del mundo. No era muy grande, pero ahora están todos gordos.

Los perros de Pascual también levantaron y metieron al jabalí en la Peña hasta que no pudieron continuar. "Se me metieron los perros en el Canalón y no pueden salir, está muy malo para entrar allá..", avisaba Pascual. "No entres allá, no se te ocurra. Ya bajo yo. Tú estate quietu.....", le respondió su hijo. Pascualín abandonó su puesto y logró pasar hasta donde estaban los perros. Poco a poco, con sumo riesgo y mucha valentía, los fue salvando uno a uno, lo mismo que más tarde hizo el cazador. "Ya los saqué...", avisaba Pascualín por la emisora. "Por el mismo sitio que estabas de puestu, acaban de pasar dos jabalís. Si llegas a estar allí, seguro que los hubieras matado porque pasaron al lado". En dos sitios a la vez, no se puede estar....., pensó el cazador.

El baile de jabalís había empezado y los fallos también se sucedían, unas veces por el poco atino de los cazadores, otras porque no los vieron, en fin que se podían llevar ya varios y quedaron en el monte para otra ocasión. El que no erró fue Luismi que, cerca del prau de Paraís, acertó a derribar a una hembra con un disparo en el costillar que fue suficiente. Llamaba la atención por lo gorda que estaba y por lo larga que era. Generalmente los jabalís suelen ser cortos, pero ésta parecía una "chona de cuadra".

"Atentos arriba que los perros llevan algo, no se lo que es, pero algo llevan...", avisaba Mena. No tardó en salir el jabalí donde estaba de puesto Felipe, de Ojedo, que en el Cantu las Huertas, al hondón de Trescorroble, le paró los pies de un par de disparos.

Los perros de David también levantaron. Llevaron al jabalí muy cerca de la Cueva Mora, adentrándose en la Peña, hasta que llegaron a un sitio que tuvieron que pararse, mientras el jabalí logró salir de aquel atolladero. David fue tras los sabuesos, pero también llegó a un sitio que tuvo miedo de pasar. "Teneis que venir algunu a ayudarme que tengo los perros en un "castrurral" y ni pueden salir, ni yo me atrevo a entrar allá. Hay un precipicio muy grande..". Al poco rato allí estaba Nel para echarle una mano, pero con los medios que tenían era imposible entrar allí. Pasaban ya de las cuatro de la tarde y se necesitaba una cuerda muy larga para sacarlos. Desde allí a Lebeña se tarde bien a gusto una hora en bajar y más todavía en volver a subir allí con cuerdas. "Tenemos que dejarlos aquí y mañana volver con varias cuerdas para amarrar los perros y amarrarnos nosotros pues es un peligru...", planearon los dos cazadores. Y allí quedaron los dos sabuesos mirando las estrellas en espera de que mañana les llegue la tabla o la cuerda salvadora. "Tengo que descolgarme y sacarlos amarrados de unu en unu y luego me tienen que sacar a mi. Tenemos que ser varios porque es muy peligrosu", decía David.

La cacería seguía y Aquilino, en la Fuente de San Pedro, logró parar a otro jabalí que trataba de evadirse del cazador. Dos disparos fueron suficientes para que el marrano cogiera rumbo a Mogrovejo, pero tumbado en el remolque.

Pero no terminó aquí la historia, en otra parte del lote, en Las Coronas, cerca de Arcedón, ocurrió lo mismo con un perro de Lucio. En esta ocasión el cazador logró entrar donde su perro, pero luego ni perro no cazador podían salir del aquel desventío. El peligro que corrían cazador y perros era grande. Se les hacía de noche y alguno ya pensaba avisar a los GRIM de Potes. Por fin, arriesgando su vida, el cazador logró salir de allí, pero el perro allá quedó también "enhuertado". "Yo creo que no va a tener problemas por el frio que pueda hacer esta noche, porque donde está tiene cuevucas para poder meterse, pero por abajo hay un terraplén cortado verticalmente de más de veinte metros. Mañana con cuerdas habrá que volver allá", decía luego Lucio.

Resumiendo, una cacería muy ajetreada con bastantes fallos por parte de los cazadores y sobre todo con los perros como protagonistas. Esperemos que mañana estén los tres sanos y salvos y que todo se desarrolle con éxito tanto para ellos como para sus auxiliadores que la peña de la Ventosa es más peligrosa de lo que parece, y eso lo sabe bien quien esto escribe.

Al final cuatro jabalís abatidos, y donde las angustias, los suspenses, los riesgos y las sorpresas no faltaron. "Llevo toda la vida cazando y conozco la peña de arriba abajo y nunca me había pasau otra igual", comentaba Tino al terminar la cacería. Seguro que esta noche tanto David como Lucio van a dormir muy poco.