Con una fuerte helada amaneció el pasado Domingo cuando los componentes de la cuadrilla 141, con Tino a la cabeza, llegaron a San Pedro para presentar las acreditaciones ante la guardería. Había un buen ambiente y las perspectivas de éxito eran fundadas. "Hoy pienso bajar a comer a casa, vamos a hacer el cupu rápidu...", decía Primo.
Tino, como jefe de cuadrilla, fue el que les indicó cómo se iba a desarrollar la cacería. "Vamos a cerrar desde la ermita de Sierrratama hasta Miseja y por el otru lau desde las Llamizas hasta la cabecera de la Sieta. Los monteros van a entrar por Pumareña, por las viñas y por Castro. A ver, Jóse (Llorente), tú te vas a encargar de decir dónde se van a colocar los puestos y tú Angel (Angel Cuevas de Salarzón que hoy estaba de invitado) te vas a encargar de colocar los puestos de la Sieta, yo creo que allí con siete escopetas van a ser suficientes".
A las nueva y media se dio el aviso para entrar los monteros y los primeros síntomas fueron esperanzadores. "Ya levantaron.....", los que así hablaban eran los monteros que entraron por Castro. Pronto empezó el tiroteo. Pim, pam..., dos tiros y el primer jabalí que quedó a merced de los perros. El causante fue Chico, de La Vega, que estaba de puesto cerca de Castro, junto al vivero, al lado de donde se toma el camino viejo de Lebeña. "Ya me estrené......" avisó por la emisora el radiante cazador.
A muchos metros de allí, en la Sieta, se le presentó la oportunidad de disparar a Felipe, de Ojedo, que necesitó tres disparos para parar a un jabalí que pretendía huir de la quema. Al mismo tiempo que Felipe disparaba, unos metros más arriba, en Dobromayor, le llegó la ocasión de disparar a Santi, de Camaleño. Aquello parecía la guerra del Vietnam, unos por arriba, otros por abajo y la peña la Ventosa parecía que se derrumbaba.
Pero, mientras Felipe logró parar al jabalí, Santi le tiró en cinco ocasiones y el marrano escapó con más ganas de las que había llegado. "Esti no es el mi rifle, me le dejaron y le acabo de llamar por teléfono y al parecer tiene la mira mal. Con razón no veía bien al jabalí, le veía nuboso. Ahora ya le corregí", decía un disgustado Santi. De nuevo vuelven a sonar los estampidos en Castro y de nuevo Chico fue el afortunado de derribar al segundo de su lote. Y minutos más tarde le bajaron los perros desde Cobeña a otro. Estos sabuesos no hablan, pero si lo pudieran hacer, seguro que le hubieran dicho al cazador. "Toma Chico, ahora acaba tu con él, nosotros ya hicimos bastante" y Chico fue muy obediente. Era su número tres.
Más de un vecino de Castro, que aún estaba metido entre las sábanas, se tuvo que levantar al oir tanto disparo. Se asomaron a la ventana y no pudieron ver mucho, porque había una intensa niebla, pero algo ocurría, "¿de dónde viene tantu disparu? Hoy es Domingo y no trabaja nadie". "No, hombre no, que hoy hay una cacería aquí al lau y nos están matando toos los jabalís, que buena falta hace. El otru día se presentaron aquí al lau de casa a comerme unas castañas que tengo tovía en erizos", respondía una viejuca a un vecino.
¿Quién tiró ahora?, preguntaban por la emisora. "Fui yo, respondió Emilio, pero se me encasquilló el rifle y no le pude tirar na más que un tiru y se escapó". Pero al que no se le escapó fue de nuevo a Chico. Aquello parecía un enjambre de jabalís. No le vinieron en grupo, cada pocos minutos aparecía uno por aquellos lares. Y jabalí que aparecía, Chico se encargaba de mandarle al limbo de los sueños. De esa manera tumbó al cuarto de su lote.
"A ver, Nene, que los tus perros acaban de levantar encima de las viñas, llevan un jabalí, le acabo de ver y es bastante buenu, va cotera arriba". Perros y jabalí se enzarzaron en una veloz carrera, uno por alejarse de la amenaza y los otros para capturarle. La carrera la fue ganando el jabalí que fue el primero en llegar a la Sieta. Intentó cruzar los praos y cuando estaba a mitad del intento, sonó un primer disparo de Francisco, el de Cosgaya, pero no le dio. El marrano siguió su camino y llegó en medio de donde estaban Tasio y Felipe. Fue a este último al que mejor se le presentó. Con un primer disparo el jabalí se hizo una bola, empezó a rodar por la pendiente, pero aún tuvo agallas para levantarse de nuevo y seguir la marcha. Un segundo disparo sirvió para asustarle y echarse de nuevo a rodar hasta el fondo de la riega que por allí baja. Cuando Felipe se acercó, solo tuvo que darle el golpe de gracia para que los perros del Nene y los de David, que llegaron minutos más tarde, pudieran morderle a rabiar.
"Atentos arriba en la Sieta...". En esta ocasión Santi quiso resarcirse del fallo mañanero y tumbó a un jabalí. Era pequeño, pero por lo menos dejaba en buen lugar al cazador que hoy quizá estaba un poco nervioso por la presencia de su hijo y del que esto escribe. Pero en esta ocasión con dos disparos sirvieron para tumbarle y dejarle inmóvil a dos metros de donde recibió los impactos. Ni se movió.
"Chico, estáte callau, (a estas alturas de la cacería Chico estaba exultante y necesitaba demostrarlo). No hables tantu y estáte atentu que pa allá va otru...". Dicen que no hay quinto malo y en esta ocasión también se cumplió, porque de dos disparos Chico pudo ver a un buen ejemplar a sus pies y muy cerca de sus hermanos.
"Acabo de matar un jabalí encima de las casas de Pumareña, le estoy bajando arrastrando hasta el pueblu, ¿dónde le puedo dejar? Aquí hay una casuca pequeña nueva...", decía Pepe el de Ojedo.
"Déjale en casa de Cecilio...", le respondió Mari. "Es que yo esti pueblu no le conozco y no se dónde vive Cecilio...". "Baja un pocu más abajo y en la primera casa que encuentres esa es. Déjasele a la puerta...".
Por debajo del castañeu de Cobeña también hubo refriega. Primeramente fue Juan Antonio Mena el que disparó un par de veces a un jabalí, pero con poca fortuna y tuvo que ser Ramón Gaipo el encargado de rematarlo también con dos disparos.
Los que fuimos a la mili sabemos cómo es el toque de fagina y lo que significaba: la hora de comer. Y hoy en Castro fue Chico el que se encargó de hacer el toque con el tambor, o mejor dicho con su fusil. De dos disparos tumbó al sexto de su lote. Seguro que la viejuca de Castro en cuanto oyó los disparos pensó en sus castañas: "Esos ya no me las vuelven a comer.., ahora toas pa mí...".
"A ver ¿cuántos van ya?", preguntaba Tino. "Uno, dos, tres... nueve, diez, once.., falta unu", avisó a los cazadores después de hacer el recuento.
"Aquí hay unu heridu, hay que meterle los perros", avisaba Santi desde la Sieta. El jabalí estaba metido en un escobal y era reacio a salir al descampado. Eramos diez personas las que le estábamos esperando y con una sola escopeta, la de Santi. Después del forcejero con los perros, el marrano emprende la carrera y Santi nos obsequió a todos con una buena traca final. Uno, dos, tres disparos.., vuelva a cargar el rifle, cuatro, cinco..., así hasta siete disparos y el jabalí a trancas y barrancas seguía su marcha. Le quedaba la última bala y cuando el jabalí ya estaba bastante lejos le tumbó de medio atrás, pero logró rehacerse aunque ya muy debilitado. Cuando fueron detrás los monteros con sus perros ya le encontraron muerto.
Eran las dos y media de la tarde y se habían matado doce jabalís, por tanto Tino anunció recoger los perros y retirarse hasta San Pedro donde todos juntos comentaban las incidencias de la jornada y donde Chico hoy fue el encargado de recibir todas las felicitaciones. "En vez de Chico, a partir de hoy, hay que llamarte Grande..". Lo merecía.