Frío, mucho frío y mucha agua la que caía al amanecer del sábado en Ojedo donde los componentes de la cuadrilla 141 se reunieron para presentar las acreditaciones ante la guardería. El día estaba plomizo, parecía que no iba a amanecer nunca. Algunos cazadores se preguntaban si no sería mejor suspender la cacería que se tiene que echar en Bicobres Sur.
"Sí, la vamos a echar porque igual más tarde nos abre el día", les dijo el jefe de la cuadrilla José Antonio Llorente. "Vamos a cubrir por Fuentepernal, Peñalaju, encima de los praos de Cahecho hasta Cambarco. Los monteros van a entrar aquí por Ojedo y por Frama. Estuvimos pateando el lote y hay jabalís, así que vamos a ver cómo nos resulta el día", les seguía informando.
En cuanto los tiradores fueron ascendiendo para colocarse en los puestos, la mañana se volvía más cruda. En el Collau de Taba había unos diez centímetros de nieve y nevando con fuerza.
Pero la sorpresa la llevaron Chucho, Emiliano y Mari cuando ascendían en el Montero del último citado. Sin llegar aún al puesto de Fuente Pernal, Mari tuvo que levantar el pie del acelerador para dejar cruzar la pista a cinco hermosos jabalís. Seguro que éstos olieron la quema y antes de que empezara a arder emprendieron, en veloz carrera, el camino hacia terrenos más seguros, cruzando para el lote de Bicobres Norte. Mala suerte, ya que eran cinco jabalís menos a la hora de acecharles.
Los tiradores, una vez que se colocaron en sus puestos, se parapetaron cada uno donde pudo debajo de los paraguas. Sin duda que los peor parados hoy eran los monteros. Tienen que caminar y meterse por lugares donde la naturaleza estaba impregnada de agua, siguiendo a los perros. Para ellos, sin duda, era el peor día que se puede tener ya que no cesó de llover en toda la jornada. Solamente paró una media hora al mediodía.
Pero con agua o sin ella, los perros lograron levantar de su camada a un jabalí que también se tuvo que mojar, aunque con gusto, porque al llegar a Peñalaju se encontró con Juanjo, de Potes, que le disparó y el jabalí se dio la media vuelta, logrando tomar el camino de la salvación. Fue el único disparo que se oyó en toda la mañana.
"Vamos meter los perros por el cementeriu de Ojedo", les informó Llorente una vez que en la parte de arriba ya se había pateado el lote. "A ver si para no quedar mal, al menos matamos unu...", les decía Aníbal.
Las perspectivas no eran muy atractivas, pues "yo estoy muertu de fríu..., no se si sería mejor dejarlo y marchar para casa", decía un cazador. "Pues yo estoy de agua hasta los ojos, lo más secu que tengo es la lengua", replicaban los monteros.
Pero los perros empezaron de nuevo a recorrer el monte y lo primero que se oye por la emisora es un aviso para: "Anibal..., tengo aquí a la tu perra que la cogió un jabalí...". "¿Tiene muchu?", le respondió enseguida Aníbal. "Parece que no, solamente la veo levantada un poco de piel en el pescuezu. Yo creo que no es muchu", le informaba al dueño.
Cuando parecía que se iban a bajar con un cero en las costillas, avisan que los perros habían levantado. "Atentos los que estais por encima de Llayo, ahí os van dos jabalís". A los pocos minutos suenan varios disparos, seguidos de un interminable silencio. "A ver......¿hicisteis algo?", preguntaba Llorente. "Sí, maté unu, pero el otru se escapó.....", respondía un contrariado Emiliano, el de Armaño. No se daba cuenta que era el único jabalí que cobraba la cuadrilla. "Pero es que me venían los dos de cara y los pude matar perfectamente a los dos, pero yo creo que al otru ni siquiera le dí".
Eran ya las cinco de la tarde, casi el límite para cumplir con el tiempo establecido de la cacería. Así que con éste jabalí de última hora se dio por finalizada la cacería. Hay días que no apetece subir al monte, y hoy era uno de esos días, pero el calendario y el invierno mandan.