Cuadrilla 31

La cuadrilla 31 mató dos jabalís en Calejo

Segunda cacería de la temporada para la cuadrilla 31. Hoy hay que cazar en Calejo Linares que está por la zona de Pesaguero y Lerones. A las 8 de la mañana era la hora programada para presentarse en la Viñona ante el guarda forestal encargado del buen funcionamiento de la cacería. Al mismo tiempo Juan Carlos, como jefe de la cuadrilla les fue indicando por dónde se tenían que colocar los puestos. "Vamos a cerrar por la riega de Lamares y por la pista de Lerones hasta los Portillos. Los monteros vamos a entrar por encima del pueblo de Lerones, otros por Barreda y también por el cruce de Avellanedo".

Cuando estaban ya colocados los tiradores se dio la orden de entrar los perros y estos no tardaron en encontrar rastros. Fueron los perros de Angel G. Soberón quienes levantaron cuatro jabalís muy cerca del pueblo de Barreda. "Están metidos en un urcial y no salen", avisaba Angel por la emisora. "A ver si puedo entrar yo allá para ayudarles...". Difícil tarea la del montero ya que los montes en esta época del año están inasequibles. "Acabo de ver cuatro rayones, son pequeñucos.." volvía a insistir Angel. Los perros daban vueltas y más vueltas tras ellos y siempre volvían al mismo sitio, tanto que acabaron extenuados, agravado por el fuerte calor que sufrió Liébana el sábado pasado.

Por suerte en el lote había jabalís ya que los perros de Oscar, el de Turieno, y José Luis, de Lerones, levantaron por encima de este pueblo. "Acaban de levantar los perros, yo creo que llevan dos jabalís, atentos arriba..", avisaba Oscar. Allí estaba Artemio, de Tollo, un invitado, que tuvo la fortuna de ver a uno de ellos a una distancia prudencial. Le dio tiempo suficiente a prepararse y cuando creyó que le tenía a tiro, le soltó un zambombazo. El jabalí acusó el efecto de la bala, pero siguió su camino. Dos disparos a continuación le dejaron inmóvil para que le mordieran los perros.

Su compañero de fatigas también se tropezó con Mingo, de Lebeña, que hoy también estaba de invitado, pero el jabalí tuvo mejor suerte que su compañero, ya que pudo esquivar el plomo que le mandó Mingo. Aunque, bien es verdad que marchó dejando sangre, pero no fue inconveniente para que lograra huir.

Era ya casi mediodía cuando los perros de Juan Carlos y los de Mente levantaron en el Dobro, pero tanto los jabalís como los perros se adentraron en terrenos de Pámanes sin que los tiradores los vieran.

"Vamos a echar la zona de la Escombrera y Lerta", les anunciaba Juan Carlos, pero ni rastro de jabalís. Cuando ya se iba a dar por terminada la cacería, los perros de Carlos, el de Viñón, encontraron un encame ocupado. El jabalí estaba plantado en un gran bardal y no eran capaces de sacarle de allí. Después de cantar los perros por "soleás y por seguidillas" se conoce que al jabalí no le gustaba mucho aquella música y decidió salir de su escondite, no sin antes dejar sus huellas dentales en un perro que quedó malherido. A toda velocidad arrancó monte arriba hacia el Mirador de los Furtivos. Pero hoy allí no había ningún furtivo, ni ningún novato, estaba situado uno de los veteranos de la cuadrilla, José María, el de Casillas, que después de tres disparos dejó al marrano a disposición de los perros.

Era ya la hora del cierre y todos bajaron contentos y felices hacia La Viñona con los dos jabalís en los remolques.