Útima cacería de la temporada para la cuadrilla 103. Hay que volver al lote de Cotera Oria, el mismo monte que se batió hace quince días y donde no salió ningún jabalí. “El otro día estuvimos viendo el monte y me parece que nos vamos a encontrar con lo mismo de hace quince días y eso que nevó, pero no entraron jabalís”, les indicaba Chanchel, el jefe de la cuadrilla en la Viñona, donde se reunió la cuadrilla para presentar las acreditaciones.
Empezaba a amanecer y los campos estaban completamente blancos a causa de una gran helada, mayor aún que la que había hace quince días.
Una vez colocados los puestos entran en acción los monteros y las trazas no se presentaban muy buenas, ya que nadie daba una voz más alta que otra. Vueltas y más vueltas, y el silencio en el monte presagiaba que los jabalís estaban de invernada en otra parte.
El frío era tan grande que…., “no sé cómo para aquí la gente de Caloca, ésto no hay quien lo aguante”, comentaban los puestos y es que lucía el sol pero la brisa que corría hacía insoportable la jornada.
Al mediodía se cambió la echada, pero todo seguía igual. “Vamos a tener un poco más de paciencia y vamos a echar la zona que hay por debajo de Caloca hasta Campunuera”, les anunciaba Chanchel. En vista que todo seguía igual, ya a las 4 de la tarde, el jefe de la cuadrilla les avisa que vayan retirándose. “Aquí no hacemos nada, así que nos vamos todos para abajo”.
No habían pasado ni diez minutos cuando…., “aquí entró un jabalí, los perros lo avisan y se ven las pisás. Yo creo que son de anoche”, avisaba David. “Vamos a colocarnos otra vez……” les anunciaba Chanchel, porque algunos ya estaban montados en sus coches para retirarse.
De nuevo vueltas y más vueltas y el jabalí no aparecía. Fueron los perros de David y Emilio los que se encargaron de despertar de su siesta a un enorme jabalí. “Le acabo de ver, es muy grande. Va en dirección a Campunuera. Atentos que es muy grandísimu….”, avisaba un cazador.
Sin llegar al Collau estaba Sergio, el montero de Cóbreces, que le vio venir y le soltó un par de disparos y el jabalí cayó redondo. “Esta noche no comemos las patatas solas…..”, avisaba un eufórico Sergio a sus compañeros, mientras se acercaba al enorme bulto. Pero de repente el jabalí pegó un salto y echo de nuevo a correr. “Esperad, esperad que se volvió a levantar y no corre mucho, pero se escapó……”, volvía a avisar Sergio. Por fin le pudo cortar y tuvo que vaciar al cargador con los tres disparos reglamentarios para ver al jabalí, ahora sí, con las patas para arriba, con el beneplácito de los perros que ahora mordieron con ganas. Eran ya las cinco menos cuarto de la tarde y todos contentos porque por lo menos se tocó pelo, y además de qué forma porque el marrano pasaba de los 80 kilos y con una gran boca.
Así se dio por finalizada la cacería y la temporada. Bueno, la temporada no, porque luego bajaron todos donde los Guardo, en Ojedo, donde las “patatas”, como decía Sergio, estaban bien acompañadas, estaban calientes y con abundante carne.
Ahora sí que finaliza la temporada, así que a descansar tocan, a limpiar las armas, a guardarlas y a coger fuerzas para la próxima campaña. Éste año no fueron muchas las capturas, pero por lo menos no hubo que lamentar ninguna desgracia y se disfrutó bastante.
Informó: Abelín