Bonito amanecer el del Domingo en Liébana. Una densa niebla cubría la parte baja de Cillorigo, pero los cazadores que venían de pueblos altos anticipaban que la niebla era solo poco más de la altura del rio Deva. “La niebla sube hasta poco más de Trillayo. En Salarzón no había niebla, se veían bien las estrellas”, comentaba Angel. No había helada, la temperatura era fresca, pero agradable. El olor a café del restaurante Peña Sagra aumentaba el entusiasmo de los cazadores, pues hoy todos venían ya con ánimos levantados. Hay que ir a cazar al lote de Arabedes, sin duda el mejor lote para encontrar jabalís que hay en la actualidad en Liébana.

“Vamos a esperar un poco a que levante la niebla, pero os voy a indicar cómo vamos a echar la cacería. Vamos a cubrir desde Castro al Habario, la riega de Cabañes, Pelea, la Peñuca, Colio para cerrar hasta Otero. A ver si acabamos pronto porque sabemos que jabalís hay bastantes, así que atentos todos. Los monteros van a entrar por Castro y la depuradora”, les detallaba Chanchel, el jefe de la cuadrilla.

Eran las nueve y media pasadas de la mañana cuando se da la orden de entrar los monteros con los ya impacientes sabuesos. No hubo que esperar mucho, por encima de la depuradora, junto al río de Colio, levantaron un hermoso jabalí que pasearon un rato por el monte hasta que por fin el marrano decidió salir de aquella encrucijada y se atrevió a cruzar el cerco de los puestos, pero no tuvo mucha suerte, ya que por encima de Otero estaba presto Chico, que seguía con suma atención el sonido de los canes. Dos disparos fueron suficientes para ver al jabalí rodar y quedar a merced de los perros que le perseguían.

Bien empezaba el día, además había movimiento. Los perros tenían trabajo llevando a los jabalís de un lado para otro. Vueltas y más vueltas por el lote, pero los jabalís eran reacios a salir a los puestos. Cerca del Habario salió un jabalí que emprendió una veloz carrera en dirección a Cabañes. El estruendo de los disparos que le lanzaron, hizo que el marrano cambiase su ruta y se dirigíó en dirección a la Allende, pero no llegó a su destino ya que en la canal del rio que baja de Cabañes estaba José Angel, el de Cobeña, que demostró lo hábil que es cuando coge el rifle. “Teneis que venir algunu a ayudarme a sacarle de la canal, pues rodó hasta abajo”, avisaba José Angel.

Por debajo del pueblo de Colio estaba Jesus Caviedes que vio a un jabalí cruzar la carretera. Estaba lejos, pero cuando subía por un prado, le soltó un tiro que no acertó. El jabalí cruzó casi por el pueblo y el cazador no podía disparar por el peligro que corría. En cuanto el marrano cruzó fuera del pueblo, se oyeron otros dos disparos, pero con suerte para el jabalí, que logró escapar. Estaba muy lejos.

El tiempo iba corriendo y los jabalís lo mismo, pero los remolques estaban prácticamente vacíos. Eran ya las cuatro de la tarde y a Chanchel le dieron ganas, ya a la desesperada, de cambiar de zona, pero entonces apareció Primo avisando de que el día anterior había visto por encima del barrio de la Parte tres jabalís. “Tienen que estar por allí que hay mucha bellota”. Así que sin apenas cambiar de puestos se miró desde el pueblo de la Parte hasta la Peña.  Faltaba una hora para que la cacería se acabase y solo había dos jabalís en los remolques, muy poca “cosecha” para lo que se esperaba.

Los perros de Berto, el de San Miguel, fueron los primeros que “encontraron” una chona con cuatro más pequeños, pero que ya daban la “talla”. Uno de ellos fue donde estaba Serafín Alles que se encargó de pararle los pies. “Menos mal…..”, pensaba alguno.

Muy cerca de allí avisaba David, un invitado de Los Cos, que acababa de matar otro jabalí. “venía mucho antes que los perros y casi se me escapa. No le había visto”, avisaba por la emisora.

Primo se encargó de poner firme a la chona; la metió en la mira y disparó, pero sólo la vio el rabo cuando se metía velozmente en el monte. Un poco más arriba estaba Angel, el de Salarzón, que también disparó. “Estoy seguru que la di, pero siguió su camino. Hay que meterla los perros a ver si dan con ella”, avisaba Angel. Eso hicieron, pero la jabalina no apareció por ningún sitio.

El tiroteo seguía y enseguida Serafín avisaba a sus compañeros que “aquí tengo a otro jabalí, casi se me escapa, pero ya están los perros de Berto mordiendo…..”.

Era ya la hora de cierre cuando suena un disparo. “¿Qué pasó ahí arriba?”, preguntaba Chanchel. “Que acabo de matar un jabalí, no es muy grande, pero ya tenemos el cupu”; el que así hablaba era el montero Emilio Gómez, de Pumareña, que se le presentó el marrano cuando ya el jefe de cuadrilla iba a anunciarles que no hicieran más disparos. Costó lo suyo, pero en el último segundo se logró el cupo de seis jabalís.

Al oscurecer estaban la mayoría de cazadores en el restaurante de Ojedo para dar buena cuenta de unas alubias con almejas, manos de cerdo y carrileras a elegir. Todos probaron de todo y todos se regaron con un buen vino, con la alegría de haber hecho los deberes. “A ver si no es el último cupu….”

Informó: Angel