Nueva jornada de caza para la cuadrilla 103. Hoy toca cazar en el lote de Monte Cubino, que está por la zona de Barrio, Dobres y sube hasta Pineda. Un terreno bastante escarpado, con grandes desniveles y donde los jabalís tampoco suelen abundar.
A las 8 de la mañana ya estaban todos los cazadores en La Vega para recibir las instrucciones del jefe de la cuadrilla y presentar la documentación ante la guardería.
Una fuerte helada blanqueaba los campos, y en el Mesón San Glorio de La Vega la cafetera echaba humo de tanto trabajar y para sorpresa de los cazadores, pudieron degustar unos sabrosos y calientes frisuelos para acompañar a los cafés. Enseguida se acabaron….., la cocinera no daba abasto.
“Vamos a cerrar unos por encima de Barrio hasta cerca de Pineda, porque arriba hay nieve; la otra mitad de cazadores lo hará desde Dobres a los Llaos, la Muñeca, hasta empalmar con los que suben por Barrio”, les indicaba Chanchel.
Se tardó en empezar, ya que los vehículos tuvieron que sortear la nieve de las pistas y hasta las diez no se dio el aviso para que los monteros iniciaran su trabajo.
Entre el ruido de los todo-terrenos y el propio de los cazadores propició que un jabalí que estaba tranquilamente durmiendo la mañana, tuvo que levantarse deprisa y corriendo para buscar otra alcoba mejor. Pero, para su desgracia, esa alcoba no llegó a encontrarla, ya que pasé delante de Manuel Relea que estaba aún acomodándose en su apostadero y deprisa y corriendo pudo coger el arma, quitarle el seguro y disparar. Lo hizo en tres ocasiones, pero el jabalí emprendió una veloz carrera monte abajo. “Le dí…., le dí….., dio un saltu y marchó por ahí abajo arrastrando las patas de atrás. Es muy grane, no puede ir muy lejos”, avisaba Manuel. En el puesto más abajo estaba Carmen, una invitada que enseguida vio al jabalí. Al ser pendiente el terreno, el marrano seguía avanzando y Carmen, un tanto nerviosa, descargó toda la munición de la recámara hasta ver al jabalí dando los últimos coletazos.
Bien empezaba el día, pues sin la ayuda de los monteros, ya se había cobrado un jabalí, y además de buen porte con una descomunal boca. Pasaba de los 90 kilos.
Cuando entraron en acción los monteros no presagiaban la presencia de jabalís. Vueltas y más vueltas, para arriba y para abajo, derecha e izquierda y los jabalís no aparecían por ningún lado. El tiroteo que se había originado momentos antes, dejó el lote completamente mudo, únicamente las quejas de algunos cazadores, quejándose del frío. “Hace muchísimu friu y no tengo tientu en las manos…...”, se oía por la emisora. En realidad tenían razón en quejarse; aunque ya lucía el sol, hay zonas donde el sol no entra y cuando se está ya rozando los dos mil metros de altura, el frio se dejaba notar.
El tiempo pasaba y eran ya cerca de las 12 cuando Berto, el de San Miguel, llevaba atados a sus perros y éstos empezaron poco a poco a ladrar cada vez más. “Cogieron demanda…..”, pensó el montero. Poco a poco los sabuesos iban ascendiendo por la ladera y Berto no los soltaba. “A ver en qué queda esto…...”. Cuando empezaron ya a “calentarse” con sus ladridos, el montero los soltó y enseguida salió a escena un hermoso jabalí que, en vez de tirar para arriba, decidió volverse y emprender ruta hacia monte abajo. “Atentos los que estás abajo, que va para allá….”, avisaba el montero. Pasó cerca de tres puestos que no le divisaron, únicamente la llegada de los perros certificaba la ruta del marrano, hasta que se presentó delante de Jesus Caviedes que estaba preparado para la refriega. Un disparo dejó el jabalí aturdido y se paró de pie, como desafiando al cazador. Un segundo disparo sacó al marrano de su éxtasis y emprendió una veloz carrera monte abajo. Jesus le soltó un tercer tiro y el marrano en vez de correr, rodó por la pendiente quedando inmóvil a merced de los perros que llegaron a los pocos minutos. Lo curioso del caso es que al marrano le llegaron dos disparos, el tercero no le tocó ya que por la parte trasera no tenía señales del impacto. Era también un buen ejemplar, con más de 80 kilos.
A las dos de la tarde, en vista de que por allí no había nada que hacer, Chanchel mandó echar un pequeño monte encima de Dobres, pero no salió nada. “Vamos a dejarlo, recoged los perros y nos vamos para abajo, que nos están esperando en el Mesón”, les anunciaba Chanchel.
Para rematar la jornada en el mismo restaurante de la mañana, en el Mesón San Glorio, pudieron disfrutar todos de una sopa caliente de pescado, unas alubias, carrileras y filetes de pollo con patatas fritas, postre, café y chupito. Así se dio por finalizada la jornada, con los estómagos llenos y la alegría lógica de haber pasado un día entretenido, aunque algunos seguían quejándose del frio que habían tenido que soportar.
Informó: Angel |