Ocho de la mañana y el aparcamiento de Lebeña estaba lleno de cazadores, coches, perros y de muchísimo frío ya que según iba amaneciendo, el paisaje se dejaba ver completamente blanco a causa de la gran helada que había caído. “El coche marcaba seis grados bajo cero”, comentaban entre los cazadores de la cuadrilla 103 que hay va a cazar en el lote de Poda-Cordancas.
“Estuvimos viendo el monte y la gente de Lebeña dicen que hay jabalís, pero también lobos. El otro día vieron en Poda nada menos que cinco lobos, así que ya sabeis que donde hay lobos no hay jabalís” les comentaba Chanchel el jefe de la cuadrilla.
José Angel, el de Cobeña, es el encargado de llevar a las cacerías el remolque para el transporte de los jabalís cobrados. “Hoy le tenías que haber dejado en Cobeña, no te va a hacer falta”, le decía Nel. “No hagas casu, ya verás cómo le llenamos….”, le animaba Serafín Alles que como vive en Lebeña sabía bien lo que se “cocía” por allí.
“Bueno, hoy vamos a empezar por Cicera, les seguía comentando Chanchel. No vamos a subir hasta Pasaneu, vamos a cerrar desde el mirador Santa Catalina hasta Arceón, bajando para la parte de Lebeña hasta la pista de Verés. Por eso cinco cazadores van a subir por aquí desde el pueblo y los demás nos vamos hasta Cicera, así que vamos a espabilar un poco”.
Eran casi las diez de la mañana y ya estaban todos, perros, monteros y tiradores en el bonito pueblo de Peñarrubia y una vez colocados en los puestos entraron los monteros que eran los únicos que pasaron algo de calor porque los que estaban de puesto lo pasaron realmente mal. Tuvieron que protegerse como pudieron con ropa de abrigo y gorros. Daba igual que estuvieran al sol porque corría una brisa que cortaba.
Parecía que iba a haber suerte porque no tardaron los perros de Lubayo, un invitado de Colio, que llevaron durante un buen trayecto a un jabalí que atravesó la cordillera y se metió derecho abajo en dirección a Lebeña. “Atentos los que estais en Verés, llevan un jabalí bastante buenu, va derechu abajo”, avisaba el montero. Efectivamente, el marrano bajaba a una velocidad endiablada dejando a los perros a mucha distancia. El primero que le vio fue Manuel Relea que tuvo tiempo a prepararse y cuando Manuel se prepara ya sabemos lo que suele suceder. Pumm, pumm, resonaron dos disparos y a continuación un sonoro silencio. “¿Quién tiró? A ver qué pasó….”, preguntaba el jefe de la cuadrilla. “Nada, que se me escapó, estaba un poco lejos y a la velocidad que bajaba no le pude apuntar bien”, contestó Manuel a su padre.
Una pena, porque todos sabemos de la eficacia de Manuel cuando encañona el rifle. Llegaron los perros y Manuel no los pudo detener. Siguieron su marcha detrás del jabalí y pasados unos minutos Manuel se dio cuenta que los perros seguían ladrando unos cien metros más abajo y no se movían de allí. “Algo pasa, algo hay allí”, pensó el cazador, así que bajó y se encontró con que los perros estaban mordiendo a un hermoso jabalí. “Creí que se me había escapado, pero aquí le tengo a merced de los perros”, avisaba eufóricamente.
Los que estaban por la zona de Verés hoy pasaban también frío, pero estaban entretenidos porque de nuevo les llegó un jabalí que traían los perros de David. Y en ésta ocasión el que tuvo la fortuna de quitar el polvo al rifle fue Jacinto, un invitado de Lebeña que de un disparo vio rodar al marrano y quedar tieso. Era el segundo de la jornada.
Alrededor de las 12 los perros cogieron otra demanda por encima de Cicera. El jabalí se las ingenió para salirse del cerco donde estaban los puestos y se pasó por el hondón de Cordancas en dirección a Pasaneu. Los perros le siguieron y después de un buen rato y para sorpresa de todos, se volvieron a oir los ladridos. “Traen algo, vienen muy apuraos”, se oía por la emisora. Efectivamente, los sabuesos lograron darle vuelta y le volvieron a meter en la cacería. Hoy los jabalís todo el afán que tenían era tirar hacia abajo, quizá porque sabían que arriba merodeaban los lobos. Lo mismo hizo este jabalí que después de hacer una buena caminata llegó hasta la pista de Verés y allí estaba Serafín Alles, otro cazador que sabe bien lo que hay que hacer cuando se tropieza con un jabalí. Un disparo fue suficiente para mandar al marrano descansar definitivamente.
Pasaban poco más de las tres de la tarde y Chanchel, se dio cuenta que no había más jabalís. Salieron tres y los tres estaban ya esperando para que los subieran al remolque de José Angel, así que mandó recoger los perros y “vamos a comer donde los Guardo". Una sopa bien caliente, patatas con carne y huevos fritos con picadillo, todo regado por un buen vino fue suficiente para rejuvenecer y calentar a los cazadores.
Informó: Angel |