La cuadrila 103 volvió a subir al monte el pasado Domingo día 10 para cazar en el lote de la Hoyona, que se encuentra por la zona de Pesaguero, concretamente entre los pueblos de Avellanedo y Cueva hasta el puerto de Piedrasluengas. No es un buen lote en cuanto al número de jabalís que suelen merodear por aquella zona, pero la ilusión siempre está presente entre los cazadores. Lo bueno que tiene el lote es que un monte bastante limpio ya que en su mayor parte es hayedo.
Bonita la mañana la que amaneció el Domingo, la lluvia había caído durante buena parte de la noche, pero por la mañana relucía el sol cuando asomaba por Peñasagra, con una excelente temperatura. A las ocho de la mañana ya estaban todos los integrantes de la cuadrilla en Ojedo para entregar las acreditaciones ante la guardería y recibir las indicaciones de Chanchel, el jefe de la cuadrilla.
“Vamos a echar primero desde Avellanedo hasta Cueva y por la tarde iremos a la zona más alta. No se ve el monte muy revuelto, pero habrá que probar, ahora ya están las bellotas y el ayu en el suelo, así que siempre habrá por allí algún “prójimo” para alimentarse”, avisaba Chanchel.
Hace ya unos años había un cura en La Vega al que muchos conocimos. Se llamaba don Marcial y era muy aficionado a la caza y entre sus muchos proverbios decía que había grandes diferencias de los jabalís que se cazan en el bar a los que se cazan en el monte. Y tenía toda la razón porque hay cazadores que venden la piel del oso antes de matarle y eso no debe ser. Del dicho al hecho va un trecho, dice el refrán.
Volviendo a la cacería de hoy, una vez colocados los puestos entran a escena los monteros, que hoy por cierto llevaban bastantes perros, pero éstos no dabann señales de ningún rastro. Se ponía el día crudo y soso ya que al no haber “mercancía” el desaliento se iba imponiendo entre la cuadrilla. Era ya casi mediodía cuando por fin anuncian: “Acaban de coger demanda, yo creo que son dos jabalís, porque los perros van un poco separados”. Nadie los volvió a ver, únicamente comprobaron que los perros se habían salido del lote tras los jabalís, en dirección a Vendejo. Pero no tardaron en darles de nuevo la vuelta y allí estaba Felipe que se apresuró a tirarles, pero con poca fortuna ya que se dieron otra vez lel giro y allá quedaron en el monte comiendo bellotas.
Era ya mediodía y en vista que habían recorrido ya la zona, se cambiaron los puestos y se echó la zona más alta del lote, desde Cueva hasta el mirador de Pidrasluengas. Y nada de nada, allí se impuso el silencio y no se oyó durante toda la tarde ni un solo ladrido. Con eso Chanchel mandó recoger los perros y retirarse todos hasta Ojedo, donde los Guardo les tenía preparado una exquisita merienda-cena con boronos y manzanas repinaldas. Hoy se celebraba la fiesta del Orujo y había que festejarlo.
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