Nueva cacería para la cuadrilla 103. Hoy toca ir a cazar a lote de Calejo-Linares, que está por la zona de Lerones. A las ocho de la mañana ya estaban llegando los cazadores a Ojedo, lugar donde iban a recibir las instrucciones del jefe de cuadrilla y presentar las acreditaciones ante la guardería. Pero hoy algo raro pasaba en Ojedo. Eran varias las cuadrillas de caza que allí se reunían y no se oía una voz más alta que otra, solamente el aullido de algún sabueso que quería salir del remolque. El motivo de tanto silencio se debía al fatídico accidente automovilístico que había ocurrido horas antes en Turieno donde fallecieron dos jóvenes. La mayoría de cazadores se iban enterando del suceso según iban llegando y, en una comarca donde todos se conocen, el dolor se iba apoderando de los cazadores. No se oía una palabra más alta que otra, y todos hablando de lo mismo. Bueno, hablando el que podía, porque un nudo en la garganta lo impedía. Sirvan estas letras para enviar nuestro más sincero pesar y apoyo para las familias de las dos jóvenes y en ésta página de Bedoya subrayar que el abuelo de una de ellas vivió en Trillayo muchos años (Daniel Peña).
Volviendo a lo que hoy nos trae aquí, es decir, a la caza, fue Chanchel el que les iba diciendo por dónde iban a echar la cacería. “Vamos a cerrar toda la parte alta del lote, hasta los límites de Pámanes y Milebaños. Tenemos bastantes escopetas, así que ahora hace falta que salgan los jabalís. Estuvimos ayer viendo el monte y la verdad es que no se ven muchos, de todos modos algunu saldrá. Los monteros vamos a entrar por encima del pueblo de Lerones, otros por Barreda y también por el cruce de Avellanedo. Por la tarde echaremos la zona de Barreda y Lerones”, les indicaba el jefe de cuadrilla.
Una vez colocados los puestos, Chanchel da la orden para que entren los monteros y no era bueno el inicio ya que hasta los perros estaban hoy callados. Así pasaba el tiempo que hoy no ofrecía buenos augurios ya que un viento sur huracanado hacía más complicada la cacería, porque todos sabemos que los jabalís con viento (y sobre todo si es del sur) se ahuyentan y se resguardan en sitios protegidos.
Pero siempre hay algún despistado (me refiero a un jabalí), que no necesitó el empuje de los perros y salió de su encame llegando hasta donde estaba Primo, que le vio retirarse de lejos. Primo le tiró antes que el marrano se escondiese en el monte, pero hoy Primo no tuvo el acierto de otros días y el jabalí la emprendió monte abajo. “Le tiré, pero estaba muy lejos y no le di”, avisaba el cazador.
Como el jabalí iba sin perros, nadie sabía por dónde se metió, por tánto le daban por desaparecido. Más abajo de Primo estaba Jesus Caviedes que no pensó en el la compañía que iba a tener. Jesus estaba recostado sobre un roble, guarneciéndose de la fuerte ventisca y sobre el mismo árbol tenía apoyado el rifle. Por el viento no se percató del ruido que metía el jabalí y de repente se le apareció, no a muchos metros, un jabalí que quedó inmóvil, mirándose uno a otro y sin saber ambos qué hacer. Jesus reaccionó echando mano al rifle y el jabalí al ver éste movimiento, dío un par de saltos y se escabulló en el monte sin que el cazador tuviese tiempo a disparar. “Me vio a mí antes que yo a él”, reconoció luego Jesus.
Minutos más tarde, por encima de Lerones, le salió otro jabalí a Mena que se las prometía muy felices ya que el marrano no estaba muy lejos, aunque venía a mucha velocidad por el acoso de los perros. Mena le vació el cargador pero hoy no tenía el pulso en su punto y el marrano se escapó. “Venía muy deprisa, le tiré pero se dio le media vuelta y aunque le seguí tirando, ya no le dí”, avisaba Mena.
Era mediodía y Chanchel mandó echar la zona por debajo de la carretera que va a Lerones. Es poco terreno y enseguida lo recorrieron los perros, pero sin ningún rastro, así que Chanchel mandó recogerlos y bajar todos hasta Ojedo para degustar unas alubias y unos filetes empanados con patatas fritas. Hoy también estaba por allí Abelín y les obsequió con unos roscones de su panadería de Heras, pero hoy no hubo ni cánticos, ni brindis, ni voces más altas que otras, la gente estaba pensativa y se hablaba poco. Las gargantas tenían un nudo que se lo impedía. El fatídico accidente con la pérdida de las dos jóvenes ha tocado de cerca el corazón de los lebaniegos. |