Estaba amaneciendo y los componentes de la cuadrilla 103 iban llegando a Ojedo para presentar las acreditaciones ante la guardería y recibir las indicaciones de Chanchel, el jefe de la cuadrilla. Aún era de noche pero según avanzaban las manecillas del reloj, aparecían los tejados de Ojedos blancos, a consecuencia de la fuerte helada que estaba cayendo. Menos mal que aquí en Ojedo hay cafeteras que hoy echaban humo por el gran trabajo que tenían.
Hoy toca cazar en Bedoya y cuando así sucede los rostros de la cuadrilla reflejaban siempre buen talante y optimismo. Saben que en Bedoya hay jabalís y saben también, por decir algo, dónde duermen y dónde pasan los días.
“Vamos a echar desde San Pedro, Salarzón y la Sieta hasta la Burdia y el Collau de Taruey, cubriendo también la Calleja de Sária”, les informaba el jefe de la cuadrilla. “Hay jabalís, así que atentos que hoy nos toca pasar un día divertido”, remataba Chanchel. Para más añadidos, hoy había muchos cazadores y muchos perros. No faltaba nadie para completar la función, solamente los jabalís, pero de eso ya se encargaban los cazadores de sacarlos de sus encames.
Una vez colocados los puestos entran a escena los monteros y enseguida empezó el festival de música. Hoy los sabuesos afinaban bien. No cantaban villancicos, pero los sones que ofrecían era música celestial. Se notaba que hasta ellos estaban contentos. En el Ojeu levantaron al primer jabalí que emprendió una veloz carrera cruzando el río por los depósitos del agua. Allí estaba Fael el de Casillas que le lanzó dos disparos, pero era tanta la velocidad que llevaban, tanto el jabalí como los perros, que todos ellos se adentraron en el monte de Lobá, ya fuera de los puestos.
En otra parte del lote, en la Sieta, estaba Kiko el de Pendes, que estaba oyendo a los perros que habían entrado por Salarzón. Enseguida vio al jabalí que intentaba cruzar la praería en dirección a Cobeña. Kiko no lo permitió y sólo necesitó un disparo para ver al marrano a merced de los perros. Era el primero de la jornada.
Bastante lejos de allí, en la Burdia, estaba de puesto un invitado, Jacinto, de Lebeña. En esta ocasión atisbó un bulto que se movía en los praos de enfrene. El bulto era grande, y correspondía a un hermoso jabalí, que venía solo. Los perros se oían a lo lejos. El jabalí cruzó la riega y Jacinto le lanzó tres disparos para certificar su muerte. “Aquí le tengo, es un buen ejemplar con muy buena boca”, avisaba el cazador todo contento.
Los perros de Carlos Posada estaban trabajando bien y sacaron de su encame en Jaltrabe otro jabalí que llevaron en volandas hasta Siera la Cal, donde estaba el montero. Carlos necesitó dos disparos para que los perros mordieran a rabiar.
La Sieta es un lugar estratégico para parar a los jabalís. Solamente se necesita cubrir bien los puestos y buenos tiradores porque es difícil que los marranos no aparezcan por allí. Arriba del todo, ya muy cerca de la Peña estaba de puesto Jorge Cuevas que estaba viendo al jabalí cruzar por Brañas y meterse en la Cuesta de Salarzón. “Aquí va a salir, viene derechu……”, pensaba Jorge y cuando creyó oportuno le soltó un pepinazo suficiente pera ver al marrano rodar unos metros y quedar tieso.
La mañana estaba siendo entretenida, los disparos sonaban por todas partes, por la Calleja, por la Fuente Taruey, por Sardanes, pero nadie decía nada. “Acabo de tirar a un jabalí, estoy seguro que le dí, pero siguió su marcha. Yo creo que no puede ir muy lejos porque va muy jodiu”, avisaba Primo que estaba de puesto junto al invernal de Retorturas. El jabalí, a trancas y barrancas, siguió su turno y llegó a los Llaos donde estaba Manuel Relea que le privó de seguir sufriendo. Tenía ya una pata rota.
Pero llegó la escena más rocambolesca de la jornada. Por todos es conocido que Chanchel, el jefe de la cuadrilla, tiene en la Cabanilla una finca cerrada con su casa-invernal y la perrera de los sabuesos. Hasta aquí todo normal. Resulta que hoy en Praoredondu estaba de puesto un invitado que tenía alguna dificultad para moverse y en el siguiente puesto, en el Tornu de Sardanes, estaba Benjamín, que también tiene dificultades por culpa de una rodilla. Digo todo esto porque de buenas a primeras apareció un jabalí dentro de la finca de Chanchel que, repito, está bien cerrada. El jabalí intentaba salir de allí pero no encontraba el lugar. Carreras para arriba, carreras para abajo, para todos los lados para toparse con los cierres de la finca. Tanto el invitado, desconozco su nombre, como Benjamín, le estaban viendo, pero al tener ambos dificultad para moverse, no se podían acercar. “Venir algunu para acá, que yo no puedo acercarme. El jabalí está locu, no para. Fijaros que se acaba de meter en la perrera y no sale de allá. Ahora….., ahora sale y no para”, radiaba Benjamín. Al oir toda esta película el mismo Chanchel se interesó por el tema. “No tengo ni idea por dónde pudo entrar, va a tener complicada su salida porque la finca está muy bien cerrada”, comentaba el jefe de cuadrilla. “Aprovecha y métele ya en el arcón. Nunca tuviste un jabalí tan cerca”. “Déjale con vida y mete allá los perros para que se entrenen con él, que buena falta les hace….”, comentaban otros por la emisora. Entre las risas y cachondeos de toda la cuadrilla, llegó hasta el lugar el montero José Angel Posada que solo necesitó un disparo para que el jabalí dejara de correr. Era ya mediodía y era también el sexto jabalí cobrado en la jornada. El cupo, por tanto Chanchel mandó recoger los perros y retirarse todos hasta San Pedro donde se hicieron la foto de rigor y luego todos a Ojedo a disfrutar de la jornada y de la comida.
Donde los Guardo hubo que esperar bastante. Resulta que eran varias las cuadrillas de caza que tenían reservado mesa y las cocineras no daban abasto a despachar tantas comidas. Una vez todos en la mesa pudieron degustar unas picantes patatas con carne y detrás.... tanto callos como filetes adobados también con patatas fritas. Postre, buen vino, y hoy no podía faltar el chupito con los brindis de rigor. Es la navidad. |