Por fin llegó el Domingo. Es la fecha esperada por los cazadores de la cuadrilla 103. Después de estar toda la semana soñando con los jabalís, llegó la fecha de cazar en Bicobres Norte, aquí en Bedoya. Desde siempre he dicho que cuando la cuadrilla le toca cazar en Bedoya, se respira otro aire, hay más humor y más ganas de hacerlo bien. Por supuesto que no es la mejor época, los montes están aún impenetrables por culpa de la maleza, pero hoy nada se pone por delante ni a monteros, ni a perros. La mañana está fresca, lo que se agradece a la hora de rastrear tanto los monteros como los sabuesos.
Jorge Cuevas, el jefe de la cuadrilla, les va indicando por dónde se va a echar la batida: “Estuvimos pateando el monte y los jabalís están arriba, al hayu. Además no debemos de ir a las viñas porque todavía anda gente vendimiando, así que vamos a meter los perros por Puentevau y la Cabanilla y vamos a cerrar desde Sotoja, Jayumenudu, Canal mayor y por arriba por la Cargadera, Cantu pinau, el Collau y Retorturas. Si hay tiempu, por la tarde echamos la zona de Rozás”.
Después sortear los puestos, los cazadores abren brecha con sus vehículos a los puestos designados. Pero no habían pasado ni un cuarto de hora cuando la emisora de Manuel Relea se pone a funcionar. “Acaban de pasar cinco jabalís de la parte de Lobá para Toja, casi los atropellamos, no pasaron a más de diez metros del coche…...”. Buena señal, por lo menos se sabía que había cinco marranos más dentro de la cacería.
En cuanto soltaron los perros, enseguida salen hacia arriba a un ritmo endiablado, se van acercando a las presas, cada vez ladran más fuerte y más deprisa, pero nadie tira. Hasta que por fin comenzó el tiroteo que duró prácticamente toda la jornada entre Sotoja y Canal Mayor. Y como no podía ser de otra manera, se cobró la primera pieza. El que se llevó los honores fue Benjamín Cuadriello que estaba por encima de Jayumenudu. Necesitó varios disparos, pero allí tenía a sus pies al jabalí mientras los perros le mordían a rabiar.
No había pasado mucho tiempo y un poco más arriba estaba situado Pablo, el de Colio, que jabalí que se le acerca, jabalí que va a dormir al limbo de los sueños. Hoy no fue menos, ya que de un par de disparos le vio rodar por la pendiente hasta el rio donde ya no se movió.
Poco a poco la cacería se iba animando, los disparos se sucedían sobre todo por la zona de Jayumenudu, pero con poco acierto. “Ahí os van un rebañu…, atentos en Jayumenudu….”, se escuchaba por la emisora. En el cruce que sube a Orticeu estaba de puesto Jesus Caviedes, que vio cómo cruzaba el rio un jabalí. No era muy grande, pero le dejó acercarse y cuando creyó oportuno le soltó el pepinazo y el jabalí quedó seco rodando hasta el río. “Esi ya cayó….”, pensó el cazador. Por la emisora sabía que se acercaban más jabalís, así que les esperó, pero los marranos se pasaron un trozo más abajo en dirección a Lobá. En realidad fueron muchos los jabalís que se pasaron, a lo largo de la jornada, para Lobá y, lo que es peor, con ellos también varios perros. Hasta Cambarco hubo que ir a buscar a alguno. Pero volvamos donde Jesus que minutos después de tirar al jabalí bajó hasta el río a sacar el jabalí, pero se encontró con el sitio. Allí había sangre, pero el marrano había desaparecido. Se metieron los perros para que siguieran su rastro y los sabuesos bajaron unos metros río abajo y luego se volvían. En resumen, que no se encontró y posiblemente siguió también ruta para Lobá ante el asombro del cazador. “Parece imposible…..”, decía luego Jesus.
Pero no todo sucedía en Jayumenudu. En la Fuente de Taruey había varios espectadores contemplando la montería y cuál fue su sorpresa cuando ven un par de jabalís cruzar los praos en dirección a la Pandilla. “Atentu José Angel, que ahí te van dos jabalís, te van a salir por debajo del invernal”, avisaban al tirador. Y allí estaba José Angel, el de Cobeña, para parar los pies a uno de ellos, el otro emprendió carrera riega arriba. Pero no fue muy lejos ya que en Retorturas estaba Felipe, de Ojedo, que con un par de disparos le valieron para impedir la huida del marrano.
En el último puesto de Canal Mayor, estaba de puesto el hoy invitado Urbano, de Cóbreces, que no tuvo mayores problemas para dormitar al quinto de la jornada. Y como norma general, nunca hay quinto malo, ya que el jabalí pasaba de los 70 kilos.
De parecido peso es el que tumbó, un poco más abajo, Abelín, que también quiso participar de la fiesta. Le tiró de bastante lejos, pero fue suficiente para que los perros mordieran con ganas. El trabajo estaba hecho.
El que no quiso bajar de vacío del monte fue Jesus Caviedes. El ruido de la hoja del monte le indicaba que venía un bicho. “Igual es un venau…...”, pensó. Pero tenía un problema, tenía allí amarrados dos perros y como no dejaban de ladrar, el “bicho” difícil que intentara cruzar por allí, así que echó una carrera y se alejó unos cien metros más arriba y aún jadeante vio asomar a un hermoso jabalí. Le cogió con la mira y le disparó, pero el marrano lo único que hizo fue acelerar su marcha. Al segundo intento ya vio cómo el jabalí iba de medio atrás arrastrando las patas. Con el tercer disparo ya certificó su muerte.
Los tiradores que estaban en la parte alta del lote se quejaban de frío. “No veo nada, se mete la niebla a ratos y apenas se ve. Hace un pocu que pasó por aquí un venau muy grande”, decía desde la Cargadera Ceci. Pero los perros de Sergio, el de Cóbreces, les llevaron por esa zona un par de jabalís y entre la niebla y la poca puntería, los marranos se pasaron para la zona de Lamasón.
Pasaba ya del mediodía cuando por encima de Jayumenudu se volvieron a oir disparos. El que los realizó fue otro invitado a la cacería, creo que se llama Pablo, y vio cómo el jabalí se quedó dormido a su lado sin ganas de seguir la marcha. Dos disparos tuvieron la culpa.
Minutos más tarde el tiroteo volvió a retumbar en el monte. Fueron varios los disparos que se hicieron para pasar luego a un sepulcral silencio. “A ver qué pasa, ¿matasteis algo…..?”, preguntaba el jefe de la cuadrilla. “Tengo aquí un cabrón que no soy capaz de matarle, le tiré unos cuantos tiros y todavía está vivu. Es pequeñu y no puede andar, tiene las patas rotas, pero terminé la munición. A ver si viene algunu a rematarle…..”. El que así se expresaba era Benjamín, que esperó hasta que llegó el compañero que estaba en el puesto inferior para rematar el marrano.
Eran ya las cuatro de la tarde y el jefe de la cuadrilla, con buen criterio, les dice que da por finalizada la cacería. Dentro de quince días hay que volver a cazar en el mismo sitio y no hay que ser avariciosos, hay que dejar alguno para entonces. “Los que estáis en Canal Mayor tenéis que subir hasta los puestos altos para ayudar a sacar los jabalís que se mataron.”, avisaba Jorge. Y así se dio por finalizada la jornada, una jornada entretenida, donde los perros trabajaron mucho y los tiradores gastaron bastante munición, unos con más acierto que otros, pero todos contentos. Pera rematar la jornada, fueron todos a cenar a Vieda, allí siguieron comentando las anécdotas y lances de la jornada.
(Informes de Abelín) |