Segunda cacería para la cuadrilla 103. Hoy toca cazar en el valle de Bedoya y a las 8 de la mañana la plaza de San Pedro está llena de coches, remolques, perros y cazadores. En estos últimos se notaba un cierto nerviosismo debido a que el día presagiaba una buena cacería y donde Chanchel, como jefe de la cuadrilla, les metía prisa porque a éstas alturas de la temporada es fundamental empezar pronto, ya que en las horas centrales del día el sol y la maleza de los montes deja su huella en los perros que aún tienen poco entrenamiento.

“Por la mañana vamos a echar desde la Burdia a Canal Mayor. Ya marcharon hace un rato cuatro compañeros para cubrir los puestos de Canal Mayor, subieron por Cahecho. Nosotros vamos a cubrir por Sotoja a Jayumenudu y por toda la cordillera hasta el Collau Taruey. Estuvimos ésta semana viendo el monte y hay jabalís, así que vamos a ello”, les indicaba. “Por la tarde echaremos la zona de Cobeña. Vamos a ver si terminamos para mediu día." “Vale, a ver si hacemos pronto el cupo que hay que ver el partido del Real Madrid y Barcelona”, apostillaba Raúl Mena.

Y no empezaba nada mal la mañana, porque pronto empezaron los perros a ladrar. “Atentos en Canal Mayor que acabo de ver cuatro jabalís cruzando por el hondón de Rejedas para allá”, avisaban los monteros. No tardaron en oírse los disparos. “Se me acaba de escapar unu bastante grande; le tiré pero se metió monte arriba y se escapó”, avisaba Manuel Relea. “A mí no se me escapó; aquí le tengo”, comentaba Tete, un invitado de Potes que estaba un poco más arriba. “Hoy no es mi día”, volvía a comentar Manuel. “Se me presentó otro de repente y no tuve mucho tiempo a prepararme”. “Pues a mí me ocurrió lo mismo, creí que no llegaba hasta aquí y cuando me quise dar cuenta ya había pasado”, comenta de nuevo Tete.

Eran cuatro jabalís y dos se habían escapado;l otro estaba ya a merced de los perros. Quedaba el cuarto que tuvo la mala fortuna de intentar pasar por donde estaba Felipe, que de un par de disparos vio cómo rodaba el marrano por el monte.

La lucha por la supervivencia mueve a todas las especies del monte. Las voces de los monteros, y los ladridos de los canes contribuyeron para que Primo, que estaba al hondón de la Cuesta de las Segás diera la voz de alarma: “Estoy viendo una osa con la cría que se acaba de meter al Canchalón.” No había pasado ni media hora cuando un invitado a la cacería, que no recuerdo su nombre, y estaba en Rejedas también avisa: “Un osu, un osu grande, acaba de atravesar los praos en dirección a la Peña”.

“A ver......, atentos todos, tener mucho cuidado que hay osos dentro de la cacería, así que a ver a dónde disparáis”, les anunciaba el agente forestal que llevaba el desarrollo de la cacería.

Con un poco de recelo por parte de todos la caería siguió su desarrollo. Eso de tropezarse con un oso no deja de ser una experiencia nada recomendable para nadie.

El que sí se tropezó fue Jesús Caviedes, pero no con el oso, sino con un jabalí que habían levantado los perros en el Canchal, le llevaron hasta el Collado de Taruey y al oir los disparos que le arrearon, el marrano se dio la media vuelta, bajó por Retorturas a la Pandilla y se plantó en Jayumenudu donde estaba Jesus Caviedes. El jabalí cruzó el río, que por cierto era lo menos parecido a un rio ya que no baja agua debido a la sequía, y sin percatarse de la presencia del cazador, el jabalí se paró un momento. La distancia entre cazador y jabalí no era superior a diez metros. “Aquí le tengo”, pensó Jesus y cuando apretó el gatillo se llevó la mayor sorpresa y decepción posible: se le atascó el rifle y no salió la bala. El jabalí, que era de un buen porte, volvió a nacer otra vez. “Si le tiro con una piedra le hubiera dado”, decía luego el cazador.   

Por debajo del Canchal estaba Carlos Posada que éste año se estrenaba con la cuadrilla y quiso dejar bien claro que habían hecho un buen fichaje con él. Dos disparos fueron suficientes para echar por tierra a un marrano que era bastante grande.

En Llandelestal se originó una nueva refriega cuando Emilio Gómez paró a un jabalí que llevaban en volandas los perros de Aquilino.

Lo peor de la mañana fue el fuerte viento que tuvieron que soportar los cazadores que estaban cubriendo la cordillera, desde el Collau hasta la Cargadera. “Pasamos bastante fríu”, decían luego.

Era ya mediodía y Chanchel ordenó cambiar los puestos y echar la zona desde la carretera de Cobeña hasta la Sieta.

En el Enebral, por encima de Trillayo salieron dos jabalís que se metieron por las viñas del Dobru. Al llegar a Lintota uno de ellos se tropezó con el plomo que le soltó Álvaro, el del Balcón de Potes; el otro logró escapar en dirección a Cobeña.

Allí, junto al silo que está por encima del pueblo y a unos doscientos metros de su casa, estaba José Angel de puesto. El marrano venía solo, a bastante distancia de los perros, pero José Angel enseguida le vio y se dispuso a pararle los pies. Le dejó que se acercara y, cuando le tenía ya a punto, le soltó un disparo que sirvió para que el jabalí recibiera el impacto y no dijera ni pío.

Eran ya las cinco de la tarde y Chanchel les avisa que lo dejen. “Vamos para abajo y los que quieran ver el partido del Madrid todavía tienen tiempo. Ahora están en el descanso y va ganando el Madrid 2-0". Así lo hicieron, la mayoría contentos con el resultado tanto de la cacería como del resultado del partido, y otros pocos tristes y cariacontecidos, con la esperanza de que el Barsa marcase, pero no fue así ya que al final perdieron 3-1.

Informó: Ángel