De nuevo la cuadrilla 103 tuvo que subir al monte, en ésta ocasión al lote de Panda-Carrielda en Camaleño, un monte extenso y en principio bastante bueno por la siempre presencia de jabalís. Mientras los cazadores presentaban la documentación ante la guardería en Ojedo, se notaba en los corrillos buenas sensaciones de cara a la jornada.
“Estuvimos viendo el monte y yo creo que vamos a pasar un día entretenido. Se ven bastantes rastros y me dicen que en Mogrovejo anda alrededor del pueblo un jabalí muy grande y que le tenemos que quitar de allí. Por las noches se pasea por el mismo pueblo y hasta los perros del pueblu le tienen miedu, así que vamos a ello. Los puestos van a ir desde Brez, por Tanarrio y Redo, hasta Mogrovejo y desde el hotel el Jisu hasta la Peña Oviedo. A ver si acabamos pronto”, les decía Chanchel el jefe de la cuadrilla.
Mientras iba amaneciendo, hoy lo hizo más tarde debido a que estaba un día plomizo, con agua aunque no muy copiosa, y se dejaba atisbar la cúspide del monte de la Viorna que estaba blanco por una ligera capa de nieve. Una vez todo listo, los cazadores montan en los vehículos para ocupar los puestos que les asignó el jefe de la cuadrilla. “Los hermanos Posada y Alexander, invitado que viene con ellos, van a venir conmigo a ver si damos con el jabalí que os dije de Mogrovejo”, les seguía diciendo Chanchel.
Curiosamente, metieron los perros por el hotel Jisu y cuál no sería su sorpresa que a los pocos minutos cogen demanda en un zarzal. "Es el jabalí…., es el jabalí grande. Acaba de salir de un bardal y sube en dirección a Mogrovejo", avisaban por la emisora. Pero el marrano no pudo llegar al pueblo, hoy se topó con la metralla que le soltó Alexander. Un buen ejemplar de unos 90 kilos y con una formidable boca.
Se despejó la incertidumbre, ya se había cumplido uno de los requisitos del día. Los perros de Mogrovejo ya pueden estar tranquilos y se despejó también el día porque dejó de llover, aunque por la parte alta del lote chispeaba algo de nieve, pero no dificultaba la caza, al contrario ya que los perros tocaron a zafarrancho y aparecían jabalís por todos lados. “Llevan unos cuantos, son más de media docena, suben a todo gas, atentos que van casi juntos”.
Allí estaba Manuel Relea que, a la vez que el corazón empezó a latirle con fuerza, le dio tiempo a prepararse. Soltó el primer disparo y los jabalís se dieron la media vuelta y se metieron otra vez en el monte. “Son seis, les tiré de lejos y se volvieron para atrás”, avisaba el cazador. Los perros tuvieron que trabajar de lo lindo y lograron dispersar la manada. Dos volvieron donde estaba Manuel y en ésta ocasión no falló ya que al primero que se acercó le detuvo de un único disparo y al segundo lo hizo dos veces, pero allí quedaron los dos con las patas boca arriba.
Un tercero le salió a Francisco de la Vega, de Pendes; a éste le costó un poco más ya que tuvo que echar una carrera para poder detenerle, pero al fin allí quedó a merced de los perros.
Arriba en la Peña Oviedo había varios puestos y hoy tuvieron trabajo, sobre manera Jaime Parra, un invitado fijo de Cabariezo, que tuvo que darse prisa en hacer los deberes. Sí, se dio prisa para disparar y volver a cargar el rifle ya que le vinieron dos marranos de frente y tuvo que descargar la metralla para ver a los dos uno enfrente del otro con las patas panza arriba. Jaime es un veterano y experimentado cazador que hoy dio muestra de ello, ya que oía a los perros muy apurados y cada vez estaban más cerca. No sabía si venían detrás de los dos marranos que tenía ya a sus pies o traían más “mercancía”. Se perpetró detrás de una roca y esperó a ver lo que aparecía y aparecieron otros dos jabalís. “Ésta es la mía….”, pensó el cazador. Un único disparo sirvió para detener al primero, el otro jabalí se plantó delante de Jaime y éste le metió en la mira del rifle, apretó el gatillo y la bala se negó a salir. Se le había encasquillado, así que el marrano volvió a nacer, mientras Jaime se lamentaba: “No le pude matar, le tenía a dos pasos y la bala no quiso salir”. La desilusión era grande, pero a la vez miró lo que tenía a sus pies y se dio por satisfecho. Allí estaban los tres jabalís esperando una mano caritativa que les metiera en los remolques.
Si Jaime estaba contento, otro que también se lució fue Chico, que hay que pensar que está en vena. No es muy normal que en tres cacerías seguidas se toque pelo y hoy Chico demostró que, cuando se le presenta la ocasión, sabe salir de ella con éxito. Estaba por encima del pueblo de Redo y oía a los perros que se acercaban, se puso en guardia y enseguida apareció delante suyo una mole negra que se movía a buena velocidad. Chico le metió en la mira del rifle y le soltó un disparo para ver al marrano rodar unos cuantos metros. “Aquí le tengo, es muy guapu, pasará de los 80 kilos, con unas buenas y afiladas defensas”, avisaba el cazador.
“Ya llevamos ocho, a ver si logramos el cupu”, avisaba Chanchel. No había terminado de hablar cuando se oyen dos nuevas detonaciones y un sepulcral silencio. “Se me escaparon, eran dos y les tiré de panda a panda. Estaban muy lejos”, el que así hablaba era Felipe.
El que no desperdició la ocasión fue Francis, el de Cosío, que hoy puso todos sus sentidos para detectar el ruido de un jabalí. Francis se transformó en una estatua, aguantó la respiración y cuando divisó al marrano le soltó un par de disparos que fueron suficientes para ver al jabalí cómo pataleaba ya sin remedio.
Se acercaba ya la hora de finalizar la cacería y los perros dejaron de cantar, así que Chanchel la dio por finalizada. Una cacería que resultó muy entretenida, hubo muchos jabalís, los perros trabajaron mucho y bien, los puestos estuvieron todo el día en alerta, se escaparon pocos jabalís, se mataron nueve, se gastó muy poca munición y lo que se gastó fue con “mercancía”. No se puede pedir más.
Bueno, sí, algo se pudo pedir: una buena cena en los Guardo de Ojedo. Allí se entonaron el estómago con una caliente sopa de pescado, unas patatas fritas con huevos y chumarros regado todo con un buen vino que hizo las delicias de los cazadores.
Informó: Angel |