La cuadrilla 103 volvió el sábado a subir al monte para cazar en el lote de Cotera Oria que está por la zona de Caloca hasta los límites de Palencia. En Ojedo, el jefe de la cuadrilla les iba dando las instrucciones: “Vamos a cubrir la parte alta del lote, desde Caloca  hasta los límites de Palencia. No estuvimos en el monte, pero me dijeron que éstos días se vieron jabalís y que eran bastante grandes. Los monteros van a entrar por encima del pueblo, por la praería. Me dice la guardería que tenemos que tener cuidado que por esta zona hay osos, así que no le confundáis con un jabalí”, les indicaba Chanchel.

“Ah, ya sabéis que hoy tenemos comida especial aquí, donde los Guardo, así que a ver si hacemos pronto las labores para bajar para acá”, les remachaba el jefe de la cuadrilla.

La mañana estaba fresca en Ojedo, el cielo estaba apenas sin nubes, lo que hacía presagiar un buen día. Pero en cuanto fueron los cazadores a sus puestos, enseguida avisan, “aquí arriba hace muchísimu fríu, a mí me tocó estar a la sombra y los charcos de agua tienen un hielu de mas de 5 centímetros. No soy capaz de romperlos”, comentaba Nel. Y tenía razón, hacía mucho frío y con la brisa que corría aún lo parecía más, pero poco a poco iba levantando el sol y se podía soportar mejor.

Los monteros entraron por la praería de Caloca y tardaron en coger demanda. Pero cuando lo hicieron, levantaron un jabalí que emprendió carrera monte arriba. “Atentos que suben un jabalí, atentos que ahí os va", avisaban los monteros. Cerca del Chozu Piedra estaba Benjamín que le vio subir y se pudo preparar. “Va a salir por aquí, me va a venir de frente”, pensaba el cazador, pero el marrano cambió de rumbo y se metió por un brezal. Allí era difícil dispararle, pues apenas daba señales de vida, no se le veía. Cuando le quiso ver, el jabalí ya estaba bastante lejos cruzando una pista. Benjamín le disparó, pero en balde ya que la distancia era considerable. “Mala suerte”, balbuceaba el cazador.

Había transcurrido media hora, cuando de nuevo la jauría de perros se volvió a revolucionar. En esta ocasión llevaban en volandas a un precioso jabalí que cogió el mismo rumbo que el anterior. “Este no se me escapa….”, pensaba Benjamín. Cuando el marrano llegó cerca del cazador, la metralla resonó por todo el valle, pero el jabalí quedó en el monte para otra ocasión. “No le dí, no sé lo que me pasó que se me escapó. Era pequeñu”, comentaba Benjamín. Todos los días no se está para la mano.

Un poco más abajo, pero no muy lejos, los perros de David empezaron a revolucionarse y no salían de un espeso brezal. El montero se acercó y se dio cuenta que allí estaba la presa. “Voy a llamar a Milio para que venga, a ver si entre los dos podemos cubrir la salida del marrano”, pensó David. “Ven Milio, ven rápidu, que está aquí”. Con los ladridos de los sabuesos y las voces de los monteros, el jabalí no tuvo más remedio que asomar el hocico para ver por dónde podía escapar. Pero calculó mal, ya que en cuanto salió de su escondite, las balas de Emilio la pararon los pies. Era un gran jabalí, con una buena boca y unos 80 kilos de peso. “Menos mal”, pensó más de un cazador, “menos mal que no bajamos de vacío.

Eran ya las dos de la tarde y Chanchel, en vista que en el monte ya no se oían los sabuesos, mandó recoger, aunque muchos se habían salido del lote y bajarse a Ojedo, donde les esperaba otra “cacería” mucho más entretenida: "Nos están esperando los langostinos.....".

Mejillones en dos salsas, langostinos, jamón, entrecot de ternera de casi un kilo, o pescado, postre, café, copa y vino de rioja. ¿Hay quién dé más?. Creo que no. Empezó la comida a las 5 de la tarde y eran casi las 9 de la noche y aún se oían las voces y los cánticos desde la rotonda de Ojedo. ¡Felices fiestas para todos y que el próximo año no falte la salud a nadie!.
 

Informó: Angel