Dentro de la comarca lebaniega, me atrevería a decir que Bedoya es un valle privilegiado. Quizá sea por ser terreno de mediana altitud, o por estar resguardado tanto de los vientos del norte, como los del sur, aquí se dan toda clase de frutos como nueces, castañas, almendras, avellanas, manzanas, peras, cerezas, guindas, higos... así como cereales y hortalizas: trigo, maíz, centeno, alubias, garbanzos, patatas, nabos, remolachas, berzas, tomates... y claro siempre hay algo que destaca, y no es otra cosa que la vid y las cebollas.

El viñedo en el valle se conoce desde época ¡nmemorial; en las Ordenanzas del Concejo las penas o castigos se pagaban con vino en vez de monedas. Como muestra, en el año 1.772 se declararon en el Concejo 98.000 litros de vino, siendo los mayores cosecheros Martín Mier, de Pumareña, con 8.000 litros y Gonzalo Carbón, de Trillayo, con 5.500.

A últimos del siglo XIX una enfermedad acabó prácticamente con todas las cepas; entre los años de 1.910 y 1.920 entró otra vez la "fiebre" del vino y se volvió a plantar el "Dobro" con cepa traída por los indianos desde América. En la actualidad, contando con un año de cosecha buena, se pueden recoger unos 20.000 litros.

Con el vino, el aguardiente, las cebollas y las frutas se logró paliar la escasez de otros alimentos de primera necesidad. El método era el cambio de estos productos por otros que escaseaban, principalmente el trigo y maíz. Esto trajo consigo la implantación de la "ley del trueque", desestimándose en múltiples ocasiones la moneda oficial: "yo te doy esto a cambio de aquello". Con carros de vacas, caballos, o burros se iba hasta tierras de Asturias, Palencia, León y los Concejos limítrofes de Peñarrubia, Lamasón y San Vicente. A veces en el intento se echaba hasta una semana y no siempre salían bien los negocios.