Segunda cacería de la cuadrilla 103. Hay que cazar en el lote de Poda-Cordancas, un lote difícil para la caza. Sin duda alguna no es de los mejores, ni de los más valorados por la cuadrilla, ya que se da la circunstancia que pocas veces se le dio bien. Un lote con grandes desniveles y por la parte de Cordancas con un bosque muy cerrado, idóneo para albergar a los jabalís que, amparados en la maleza, ofrecen una gran dificultad a la hora de abandonar sus encames.
La cuadrilla se juntó a las 8 de la mañana junto a la iglesia de Lebeña y Chanchel, como jefe de la cuadrilla, fue el encargado de poner un poco de orden entre los cazadores. “Vamos a cubrir desde la zona del ríu Deva, el caminu vieju, aquí por Lebeña, hasta el Cantu de las Huertas y llegaremos hasta Cicera. Tenemos bastantes escopetas y vamos a ver si somos capaces de sacar los jabalís de sus escondites. El jueves estuvimos viendo el monte y hay jabalís, además bastante grandes. Ya podéis estar atentos los que vais al ríu, yo creo que siempre que cazamos aquí, siempre se escapó algún jabalí por esa parte”.
Una vez colocados los puestos entran los monteros con los perros a escena, pero sin que apenas empezaran a ladrar, dos jabalís se atrevieron a dar un paseo desde los invernales del Pando. Un buen tramo más arriba, junto a la Fuente de San Pedro, estaba de puesto Manuel Relea que pudo observar desde la distancia cómo los jabalís iniciaron su itinerario. Venían sin perros, o mejor dicho, los perros habían cogido el rastro, pero había mucha distancia entre unos y otros.
Manuel, viendo cómo se iban desarrollando los acontecimientos, se fue poniendo en posición. “Si no se dan la vuelta, tienen que pasar por aquí”, pensaba. Así que tuvo todo el tiempo del mundo para prepararse, ponerse cómodo, y quitar el seguro del rifle para, llegado el momento, disparar cuando le cruzaban ambos veinte metros más abajo. Tres disparos resonaron en el monte. El resultado fue evidente: los dos jabalís quedaron con las patas para arriba a unos cincuenta metros uno del otro. Seguro que el estruendo llegó a despertar a la Mora que en esos momentos dormitaba en su cueva.
Bien empezaba el día, pues eran las diez y media de la mañana y ya había dos jabalís preparados para cargarlos en el remolque. Además, ambos de buen porte y con buenas bocas.
Decía más arriba que raro es el año que se caza en éste lote que no se escape algún jabalí cruzando el río Deva, concretamente por las inmediaciones del puente Juancho. Hoy no iba a ser una excepción, o por lo menos los jabalís lo iban a intentar. En ésta ocasión se trataba de un único ejemplar que se fue descolgando y llegó hasta las inmediaciones del río, junto al citado puente. Allí estaba Benjamín que todos sabemos cómo se las gasta a la hora de disparar. La experiencia le dictaba que “seguru que va a cruzar por donde están esos espinos”, pensaba. No le dio tiempo a pensar mucho más, porque en un instante tenía delante suyo al jabalí y Benjamín no le dejó que se acercara al río. Un certero disparo fue suficiente para ver al marrano rodar unos metros y quedar inerte. No era muy grande, pero Benjamín demostró que la puntería la mantiene intacta.
Al poco rato volvieron los perros a coger una demanda. “Atentos que son varios y van en dirección al depósito del agua”. Efectivamente eran varios los jabalís, que pasaron muy cerca de donde estaba Nel, pero éste no los vio. Los helechos fueron los culpables. Luego pudieron observar que se trataba de una hembra con dos crías.
Era ya casi el final de la jornada cuando los perros empiezan a ladrar muy apurados por debajo de los invernales del Pando. “Atentos los que estáis en el rio que van para allá”. Y allí estaba Serafín, que aunque nació en Cobeña, vive en Lebeña y conoce todos los vericuetos del monte. Serafín al ver el movimiento de los perros se desplazó un poco y se escondió detrás de unos espinos en el canalón que baja hasta el río. “Tiene que bajar por aquí, por otro sitio no puede”, pensaba. Y bien pensado porque enseguida oyó el ruido de las piedras que iba moviendo el jabalí en su rápido descenso. No fue muy lejos, ya que dos disparos fueron suficientes para que el marrano quedase a merced de la jauría de perros que mordieron lo que quisieron y más.
Y así se dio por finalizada la cacería, con un bagaje más que satisfactorio. Cuatro jabalís no se bajan todos los días de éste lote.