Cuando se asignaron las cacerías para ésta temporada, la cuadrilla 103 eligió cuatro cacerías aquí en Bedoya, en el lote de Bicobres Norte que le conocen bien, ya que la mayoría de los componentes de la cuadrilla son de éste valle. Con ésta premisa los ánimos y las intenciones estaban a tope. “Esti añu hay menos jabalís que otros años, pero algunu queda…..”, comentaban en San Pedro de Bedoya donde se concentraron a las 8 de la mañana para presentar las acreditaciones y recibir las consignas de Chanchel, el jefe de la cuadrilla. “Estuvimos ayer viendo el monte y creo que los jabalís están abajo, por la zona de las viñas y Cobeña. Vamos a empezar primero desde Castro a la Sieta y por la tarde iremos más arriba”.
Y así se hizo. Cuando los cazadores avisaron que estaban ya colocados en sus sitios, empezaron los monteros por Castro. No tardaron los sabuesos en coger demanda, así que era una buena señal de que los jabalís no estaban muy lejos. Ahora sólo quedaba sacarlos de sus madrigueras y tener buena puntería.
La primera oportunidad se manifestó cuando los perros levantaron en el Enebral de Trillayo un jabalí, que emprendió una veloz carrera pasando por el Cotín y atravesando el río llegó hasta Grillero donde estaba de puesto Abel (padre). Cuando el jabalí llegó a los aledaños del cazador, éste ya estaba preparado, pero una cosa es querer y otra muy diferente apuntar bien. En ésta ocasión Abel le lanzó los tres disparos reglamentarios, pero el jabalí logró meterse por la Cuesta del Joyal con más vida que la que traía.
Mientras tanto en la Sieta empezó también el tiroteo. “Acabo de tirar a uno y se me volvió otra vez en dirección a Cobeña. Estuve mirando y va dejando sangre” anunciaba un invitado que desconozco su nombre. Al jabalí le metieron los perros y no dieron con él. Seguro que se quedó por la zona escabrosa de la Badarca.
Milio, el de Armaño estaba de puesto en las Llamizas y también tuvo la oportunidad de gastar munición, pero se quedó sólo en eso porque un hermosos jabalí se le escapó en dirección a la Dobra. Era bastante grande.
Quiero hacer hoy una mención a un joven cazador. Desde hace ya muchos años, el joven Manuel Cuevas asiste a todas las cacerías de la cuadrilla 103 acompañando a los monteros. Su ilusión era llegar algún día a ocupar un puesto de tiro dentro de la cacería, pero la edad no se lo permitía. Al final le llegó la hora y hoy, hecho ya un hombre, se estrenaba con arma. “Va a estar en el puesto conmigo”, comentaba Jorge, su padre. Y así se hizo. Estaban ambos colocados cerca del silo de Cobeña y los ladridos de los perros cada vez los tenían más cerca. Padre e hijo se preparan para detener a las posibles capturas. No estuvieron así mucho tiempo porque de repente apareció un jadeante jabalí y ambos cazadores se echan el arma al hombro. Se oyeron dos disparos, ambos de Jorge. A Manuel no le dio tiempo ni de meter el jabalí en el punto de mira de su rifle. Pero por lo menos aprendió la lección de que hay que tener la suficiente rapidez a la hora de disparar. El jabalí siguió su camino hacia del encinal. “Yo creo que le diste, pegó un bote y siguió corriendo”, le decía Manuel a su padre. “Vete a mirar a ver si va dejando sangre”, le comentaba Jorge. “Sí, va herido, deja sangre en las hierbas”. Manuel siguió el rastro y unos cincuenta metros más arriba encontró al jabalí ya muerto. “Aquí está, ni se mueve”, gritaba Manuel a su padre. En próximas ocasiónes, seguro que será Manuel el que mande a su padre revisar sus gestas cinegéticas. Tiempo al tiempo.
En la Sieta es normal que acudan los jabalís que se arrean desde la zona de Cobeña. Conviene tenerlo bien cubierto y hoy no era una excepción. Los puestos estaban colocados desde el hondón de la peña Ventosa hasta Salarzón. A poca puntería que tuvieran, era muy difícil que se escaparan los jabalís. Pero, claro, hay que contar con las astucias y artimañas de los jabalís. Por encima de la Tuemba aparecieron cinco jabalís, venían bastante juntos y tenían que sortear a los cazadores que enseguida se dieron cuenta de su presencia.
Ahora sólo hacía falta hacerlos frente. En el puesto más alto, en Peña Redonda, estaba Angel Cuevas, más abajo su cuñado Benjamín, más abajo un invitado y aún más bajo Felipe. Eran los cuatro que tenían opción a parar los pies a los cinco jabalís. El tiroteo que se armó fue de órdago. El primero que se vió rodar fue el que mató Angel que bajó rodando hasta Dobrumayor. El segundo le ocurrió parecido, pero la duda viene de quien fue su verdugo. Angel cree que el tiro fue el suyo, pero su cuñado Benjamín dice que no, que fue él el “culpable”. Resumiendo, el jabalí quedó preparado para cargarle en un remolque y para que la “gloria” se pueda repartir se le adjudicó a Benjamín. Los otros tres jabalís lograron salvar la refriega y marcharon en dirección a Armiceu.
Por la tarde se echó desde la Sieta hasta la Burdia y salieron varios jabalís, pero la mayoría de ellos lograron meterse al monte de Lobá sin que nadie los detuviese, de echo solamente se oyeron los disparos que hizo Serafín en los Huertos de Sária, pero en ésta ocasión con poco acierto.
Y así se dio por finalizada la cacería, que estuvo entretenida, donde se pudo aminorar la flota porcina, pero hay que dejar siempre algo para futuras ocasiones. Una merienda-cena puso el colofón a un magnífico día en el Mesón de los Guardo en Ojedo. |