Tercera cacería que la cuadrilla 103 caza ésta temporada en Bedoya. En ésta ocasión con un tiempo muy desapacible desde primeras horas de la mañana. Agua, viento y mucho frío, así que los componentes de la cuadrilla se presentaron en Tama, lugar de reunión, con los máximos atuendos para poder refugiarse de éstos elementos. Entre mascarillas, gorros y demás atuendos era casi imposible el reconocer a los cazadores.
“Vamos a echar por la mañana desde San Pedro y Salarzón hasta la Fuente Taruey y la Burdia, cubriendo también por la Calleja de Sária”, les indicaba Chanchel el jefe de la cuadrilla. “Por la tarde iremos para la zona de Cobeña”, prosiguió.
Una vez colocados en los puestos, entraron los monteros y pronto los perros de Berto el de San Miguel, que estaba de invitado, levantaron un jabalí por la zona de Sierralacal. El marrano emprendió una veloz carrera en dirección a la Sieta donde estaba bien cubierto ya que allí había cuatro escopetas.
Debajo de la Tuemba estaba de puesto Jesus Cabiedes que oía a los perros muy lejos, pero cuando se quiso dar cuenta tenía delante un jabalí, así que deprisa y corriendo, quitó el seguro al rifle y le soltó un disparo para ver al marrano patas arriba. “Es pequeñu, pesará poco más de 30 kilos, pero vienen a toa leche con los pelos de punta y parecía mayor”.
No había pasado mucho tiempo cuando al mismo Jesus se le presentó otro jabalí. En ésta ocasión dos disparos no fueron suficiente para detenerle, ya que el marrano siguió en dirección a la Badarca. “Se escapó, comentaba Jesus, le tiré dos tiros pero no le dí. Yo creo que era hermanu del que maté, ya que era también pequeñu”.
Un poco más arriba estaba situado Bada que vio venir al jabalí bordeando la Cuesta, pero Bada tuvo tiempo a prepararse y esperar a que se acercase. Cuando le tuvo en la mira del rifle le soltó un disparo que fue suficiente para dejarle allí a la espera de los perros. Era un buen jabalí, con bastante peso.
Estaba Bada al cuidado de los perros para que no se pasaran y no se dio cuenta de otro jabalí que llegó por aquellos lares. No le pasó muy lejos, pero no le vio. El que sí le vio fue Felipe que le pudo tirar, pero estaba ya bastante lejos y no le tocó.
En la Burdia estaba Manuel Relea que se dio cuenta que los perros venían con "algo". Manuel tomó todas las precauciones, quitó el seguro del rifle, tomó aire y esperó. No tardó mucho en salir a los prados un jabalí que era de buen porte, pero Manuel sabe de sobra que no hay que precipitarse en disparar. Esperó a tenerle más cerca y de un único disparo le hizo dar unos cuantos botes y terminó rodando varios metros por el prado.
Era ya casi mediodía cuando los perros de Berto levantaron por la Reverencia otro jabalí, que emprendió su marcha por encima de la carretera que sube a Salarzón, cruzó el río Linderu y decidió cruzar los prados del hondón de la Sieta. Pero no contó con que allí estaba Angel Cuevas que no tuvo muchos problemas para pararle los pies y eso que venía a buena velocidad. En la Sieta había cuatro escopetas y las cuatro tuvieron hoy trabajo. Se presentaron por allí cinco jabalís y tres no pudieron seguir. No está nada mal.
Poco más tarde sonaron nuevos disparos en la Dobra. ¿Qué pasa por ahí? ¿quién tiró?, preguntaba Chanchel. “Tiré yo, contestó Emilio, levantaron los perros en el Caldillu y me lo trajeron aquí. Ya están mordiendo”, le contestaba el montero Emilio.
El agua, el frío y el viento seguía haciendo mella en los cazadores. “No tengo tientu, no sé si tengo manos o pies”, decía Nel. En vista de ello Chanchel mandó echar la zona de Cobeña, donde estuvieron por allí algo menos de una hora y en vista de que no vieron nada, se decidió recoger los perros y finalizar así la cacería, lo que todos agradecieron. El que pudo y tenía cerca la casa pudo acercarse, cambiarse y calentarse, ya que a las cinco y media de la tarde se juntaron de nuevo en la “Ventosa” de Tama donde Marisol se encargó de calentarles los estómagos, lo que agradecieron todos.
Informó: Ángel |