La cuadrilla 103 le tocó cazar en el lote de Arabedes, sin duda alguna el mejor lote de toda Liébana en cuanto a la abundancia de jabalís y también a la buena ubicación de los puestos.
Una gran helada se dejaba ver y sentir en Tama cuando empezaba a amanecer. Allí se juntó la cuadrilla para recibir las instrucciones de Chanchel, el jefe de la cuadrilla.
"Vamos a cubrir desde el Allende hasta el Janillu y desde el Collau Arenas, la Peñuca hasta la cantera de Penduso. Los monteros van a empezar por la depuradora, Castro y la carretera que sube a la Allende. Estuvimos viendo el monte y yo creo que vamos a tener trabajo todos porque se ven bastante huellas de jabalís”, les comentaba Chanchel.
Menos mal que los que se fueron a los puestos no pasaron mucho frío, porque allí pronto les da el sol, aunque corría una brisa que cortaba. Así, bien perpetrados todos, pronto se empezaron a oír los ladridos de los perros y pronto los primeros disparos cerca de la Allende.
“Ya maté unu, es bastante buenu. Me salió de un bardal y casi me atropella”. El que así hablaba era David, que sólo necesitó una bala para ver al jabalí estirando las patas.
No hubo que esperar mucho tiempo para que los tiros volvieran a resonar debajo del Ajero. No fue un disparo, fueron varios. “Venían seis o siete jabalís, no los pude contar bien y empecé por el primeru hasta que terminé la munición de la recámara. Aquí tengo a dos jabalís y otru marchó heridu porque iba cojeando de una pata, pero se escapó”. Era Francis, muy eufórico, el que así se explicaba.
En el Janillo, debajo del invernal de Gaspar, estaba hoy de puesto Manuel Relea y veía subir a un jabalí delante de los perros. “Viene derechu a mí”, pensaba el cazador y así sucedió. Cuando le tenía a unos 60 metros le lanzó un disparo pero con poco acierto. El jabalí se dio la vuelta para emprender la retirada. Dos disparos más sirvieron para que el jabalí cambiase de dirección, acercándose de nuevo al cazador. A Manuel le dio tiempo a recargar el arma y cuando tuvo al jabalí a unos 20 metros le soltó el disparo que sirvió para ver rodar al marrano más de cincuenta metros.
Desde el pueblo de Cabañes estaban viendo como salía del río un gran jabalí hacia el Collau Arenas, y allí le cayó una buena refriega de tiros hasta que llegó donde estaba Chico que la detuvo la marcha. “Aquí le tengo, es muy grande”, comentaba el cazador.
Iba todo muy deprisa, hoy corrían los jabalís tanto como las balas. Había tantos jabalís que los perros se volvían locos, no sabían a cuál atender y los cánticos tampoco desentonaban. Buena señal.
Sindulfo, un invitado de La Vega, fue el encargado de parar al siguiente. No necesitó más gasto que una bala para dejar al marrano a merced de los perros que le seguían.
Más arriba, entra de nuevo en acción Manuel Relea. Desde allí pudo ver cómo subían dos jabalís. “Tienen que subir por aquí”, pensaba el cazador. Estaba cavilando Manuel, cuando aparece ante sus ojos un enorme jabalí que no fue más arriba porque las balas de Manuel no se lo permitieron. El otro logró escapar hacia el collau Pelea.
El siguiente en caer fue el que se aproximó a Felipe, que, como es un buen tirador, no quiso hoy dejar de sumarse a la fiesta. Era ya el número ocho de la jornada.
“Nos faltan dos para hacer el cupo”, avisaba el jefe de cuadrilla y no eran aún las doce. “Pues ya falta sólo unu porque aquí tengo a mis pies a otru”, avisaba Kiko, el de Pendes.
Encima de Penduso estaba Fermín, el de Tama, que se lució para rematar y dar su merecido a un jabalí que subía en dirección a la peña. “Aquí le tengo, creí que se me escapaba. Tuve que echar una carrera para disparar, pero acerté”.
Visto y no visto. Eran las doce y media y estaba hecho el cupo. “Venga….., a recoger los perros y nos vamos todos hasta el Habario y a comer a Tama. Hoy ganamos bien la comida”, les avisaba Chanchel.
Y así se dio por finalizada la cacería, donde todos se divirtieron, empezando por los monteros con sus perros que trabajaron de lo lindo porque hubo veces que no sabían a qué rastro seguir debido a la abundancia de jabalís. L Los de los puestos también lo pasaron en grande. Gastaron la munición, pero con la satisfacción de ver el remolque lleno. Esto tenía que suceder más a menudo.
Informó: Ángel |