Bonita mañana la que amanecía, el sábado día 30, en Vega de Liébana donde se reunió la cuadrilla 103 para ir a cazar al lote de Raíz Acebal, que está por terrenos que abarcan desde Vejo, Ledantes, Villaverde y Barrio hasta Riofrío y Pineda. No es de los mejores lotes a la hora de montear, con desniveles y canales muy pronunciadas, pero hay que intentarlo.
“Estuvimos viendo el monte y no está muy andau, de todos modos algo sí que vimos, así que a ver si tenemos suerte. Vamos a cubrir por la pista que sube de Barrio a Pineda. También cubriremos desde la depuradora de Ledantes hasta Pineda. Los monteros vamos a entrar unos desde Barrio y otra línea desde Ledantes, por toda la canal hasta Riofrío”, les indicaba Chanchel, el jefe de la cuadrilla.
Una vez cubiertos los puestos, entran en escena los monteros con los sabuesos. Paseos, vueltas y más vueltas, voces, y poco más; los sabuesos no abrían la boca, allí no aparecían jabalís por ningún sitio. El desánimo parecía que se iba apoderando de los cazadores, ya que eran más de las once de la mañana y el silencio reinaba en el lote.
Tuvieron que ser los perros de Berto el de Pumareña, que hoy estaba de invitado, los que dieron con el escondite de los jabalís. De ésta manera cambió la monotonía de la jornada con los cánticos de los sabuesos. “Por lo menos son tres, les acabo de ver. Uno es grande y los otros dos pequeños”, anunciaba el montero. La persecución no fue muy larga, ya que se toparon con Nando, un invitado de Cosgaya, que al ver a los marranos se fijó en el mayor y cuando le metió en la mira del rifle le soltó la píldora que le dejó dormido a merced de los perros.
Los otros dos, atemorizados por la metralla, se refugiaron en un enorme bardal donde era imposible entrar ni siquiera a los perros. Allí quedaron para otra ocasión.
Era ya mediodía y encima de Barrio…… “Acabo de ver un lobo, va a toda leche en dirección a Riofrío”, comentaba por la emisora Alfredo, el maestro, que, como es lógico, le dejó correr por el monte.
Después de ésta lance, Alfredo se sentó en una silluca que acostumbra a llevar a las cacerías. De repente, oye un ruido a escasos metros, se levanta rápidamente, da unos pasos adelante y se encuentra de bruces con un oso que venía medio ciego atropellando todo lo que se ponía delante. Tanto es así que la silla del cazador salió rodando unos metros empujada por el oso que siguió su veloz carrera. “Corre, corre…., a dónde vas?”, le voceaba Santi que también tuvo la oportunidad de verle.
Los minutos pasaban, eran las cuatro de la tarde y el silencio se volvió a apoderar en el lote. "Esto es tierra de osos y los jabalís con los osos uncen mal....., aquí ya no quedan jabalís", comentaba con razón Nel. Visto lo visto, Chanchel mandó recoger los perros y bajarse al Mesón de la Vega, donde tenían reservada la comida.
Poco a poco fueron llegando al Mesón los cazadores con el apetito a flor de piel. “Yo estoy con un bocadillucu”, comentaba Primo. Así que según iban llegando se iban sentando, pero la comida no se servía hasta que llegaran todos. “Acaba de llamar Raúl y dice que todavía tardará una media hora en llegar. No encontraba los perros”.
La espera se hacía eterna debida a las ganas de comer. Pero allí surgió la figura de Manolín el de Bejes, que se levantó de la mesa y se acercó al coche donde tenía un queso picón. Y lo que ocurrió luego, os lo podéis imaginar. El queso se partió en cuatro trozos y se repartió por las mesas. Le pidieron al camarero que les pusiese el pan y el vino y en un santiamén desapareció el queso, el pan y casi hasta el vino. Buen detalle el de Manolín.
A continuación, una sopa caliente, patatas con carne, escalope, postre (hoy no hubo queso de postre) y café. Todos contentos, con los estómagos llenos y con el humor a raudales, dieron por finalizado el día.