La cuadrilla 103 se volvió a reunir una semana más para ir a cazar al lote de Calejo Linares, que está por la zona de Lerones. Bonita mañana la que amanecía en la Viñona, lugar de encuentro donde tenían que presentar la documentación a la guardería, a la vez que recibían las consignas de Chanchel, el jefe de la cuadrilla.
“Estuvimos ayer viendo el monte y la verdad es que no se ven jabalís. Este año se marcharon de Liébana, de todos modos algunu saldrá. Vamos a empezar echando desde Lerones hasta Pesaguero, por la tarde echaremos la zona de Barreda y Lerones”, les comentaba Chanchel.
Una vez colocados los puestos, entraron los monteros con los sabuesos, pero con poco ruido ya que no cogían demanda. De pronto, se oye un disparo. ¿Quién tiró?, preguntaba el jefe de la cuadrilla. “Tiré yo, respondió Nel, resulta que me salió un jabalí por la espalda, venía de la parte de Pesaguero y me cogió despreveníu. Me dio tiempu a tirarle un tiru, pero escapó a toa leche”.
Cerca de Obargo los perros de Berto dieron con el “albergue” de un jabalí, al que sacaron a pasear, pero el paseo se alargó demasiado. Vueltas y más vueltas, para arriba y para abajo, pero el jabalí se iba librando de la quema. Llevaban ya más de dos horas con él, cuando por fin el marrano se decide a cruzar la zona de los tiros. Los disparos se sucedieron, José Angel, el de Cobeña y Nel fueron los que gastaron munición, pero el jabalí se pudo burlar de cazadores, de monteros y de perros, huyendo fuera del lote hacia la zona de Pesaguero.
Era ya mediodía y …..“vamos a cambiar de sitio, vamos a echar la zona de Barreda”, les avisaba Chanchel, temeroso de que hoy iban a bajar de vacío. Apenas salían jabalís y los pocos que lo hicieron se escaparon. Pero las dudas del jefe de la cuadrilla se esfumaron cuando los perros de David levantaron dos jabalís. Uno de ellos se metió entre Chanchel y su hijo Manuel. Le tiraron los dos, pero el jabalí se quedó en el monte para seguir comiendo bellotas.
El otro se tropezó con Aquilino que quiso dejar en buen lugar a la cuadrilla con la honrilla de bajar al menos algo. Y así fue, dos disparos fueron suficientes para dejar al marrano a merced de los perros. Eran ya las cinco de la tarde y por tanto hora de acabar la jornada cinegética.
Se remató el día con una comida-merienda en la Viñona. Era ya de noche, pero los estómagos estaban pidiendo socorro. Se calmaron con una caliente sopa de cocido y garbanzos de primer plato, y luego lomo o filete de ternera, con el postre y vino. Así se remató una insulsa jornada donde solamente se vieron cuatro jabalís y tres de ellos se quedaron en el monte para otra ocasión. |