Se
acabaron ya las fiestas de Navidad y los componentes de la cuadrilla
103, con renovados ánimos, se reunió en el pueblo de Tudes
donde tuvo lugar la presentación de acreditaciones y donde Jorge,
como jefe de la cuadrilla, fue repartiendo los puestos de los cazadores
en el lote de Vallejas de San Pablo donde hoy corresponde cazar.
Tardó en amanecer, las nubes no dejaban asomar al sol, pero
la temperatura no era mala, únicamente reseñar que en
las coteras del lote el aire soplaba con fuerza.
Así dio comienzo ésta ansiada cacería por la
zona de Lubayo donde los perros pronto cogieron demanda sacando de su
encame a cuatro jabalís. Pero tanta fiesta pasada tiene que pagar
su tributo y Fonsín y “Gordo” aún no se daban
cuenta de que ya había amanecido; estaban aún medio dormidos
y tiros van y tiros vienen, pero el pulso no estaba para muchas florituras.
Los cuatro jabalís, que no saben de fiestas, pusieron tierra
por medio de ambos cazadores con sus siluetas incólumes.
El que sí estaba despierto, con buena vista y puntería
fue Ceci. ¡Ahí te va, Ceci….atentu, ahí
llevan los perros unu bastante buenu…! cantaba la
emisora. Y como a Ceci no hace falta darle muchas explicaciones, y menos
sobre jabalís, se arremangó, vio, apuntó y disparó.
El jabalí pegó un bote aunque siguió su curso.
Volvió a disparar, pero el jabalí ya estaba herido de
muerte. Un único disparo en los cuartos delanteros, donde de
verdad se hace daño, fue el que acabó con la vida del
marrano. Nadie decía nada, hasta que por la emisora se oye: “¡Eres
muy bueno, Ceci…! Pero nadie respondió y
más de uno pensó que el jabalí había salido
ileso del trance hasta que el mismo Ceci, haciéndose de rogar,
comunicó a todos el fatal desenlace del animal y el natural regocijo
propio por haber acabado con su vida.
Los
perros seguían con su trabajo y no solamente era la emisora la
que cantaba, eran ellos mismos los que afinaban y daban la nota. Como
muestra fue el levante de un gran ejemplar que los caninos llevaron
hasta la zona donde se encontaba Benjamín que haciendo gala de
una gran serenidad y puntería logró, de un único
disparo, acabar con la vida del marrano que no estaba tan cerca. Seguro
que durmió tranquilo, me refiero al cazador, porque el marrano
no tuvo tiempo de poder disfrutar del sueño. Su sueño
era ya del otro mundo.
Por la tarde se echó la zona de Cabariezo y allí también
se tocó pelo ya que a Gaspar, que estaba en su tierra, le salieron
tres jabalís y logró hacer rodar a uno de ellos. No era
muy grande, pero el bueno de Gaspar no sabía cómo demostrar
ante los compañeros su alegría por la hazaña. “No
todos los días se mata un jabalí…”,
decía emocionado.
Y se dice que las prisas son malas para todo. Yo pienso que para un
cazador aún son peores. Nunca se debe de tener prisa; la calma
y la serenidad son cualidades que un buen cazador debe de hacer gala
de ellas. Y así lo demostró Nel que, con su nuevo Mauser,
lo demostró haciendo rodar al cuarto del día. Era la palpable
demostración de que da igual el arma, lo importante es tener
la serenidad y el tacto adecuado para apretar el gatillo y disparar
al sitio justo y en el momento oportuno y Nel lo dejó bien claro.
Para rematar la jornada hubo una cena para todos en Esanos donde Tito
les preparó unos sabrosos y picantes callos donde el vino y los
chupitos de orujo corrieron por las mesas, tanto o más que los
jabalís en el monte. “Fue un buen comienzo
de año…!”, esa fue la frase más
escuchada durante la cena y todos tan contentos.