Para
los menos conocedores de la comarca lebaniega, diré que hoy corresponde
cazar a la cuadrilla 141 en el lote de
Cotera Oria, que se halla en los alrededores del lucido pueblo de Caloca.
Es una cacería de las “altas”, ya que prácticamente
toda ella se desenvuelve en unas cotas que sobrepasan los mil metros
de altitud. Por eso, aunque la mañana no estaba excesivamente
fría, los atuendos de los cazadores ya no eran los mismos de
jornadas anteriores. Había que resguardarse de una climatología
que podría ser adversa, como así sucedería.
Los cazadores se acreditan ante la guardia
en la Viñona, para luego subir todos hasta el pueblo de Caloca
donde Tino, como jefe de la cuadrilla, va colocando los puestos. ¡No
hace falta recordaros que no se puede disparar a rayones, ni a hembras
paridas….! les advertía Tino.
Y así, bajo la sombra del Pico
Bistruey, (aunque hoy no hacía sol, de vez en cuando dejaba ver
su portentosa silueta), empezaba la cacería. Pero, para sorpresa
de todos, los perros no cogen demanda. Corren, husmean y escudriñan
el terreno, pero ni rastro de jabalíes.
"¡Aquí no hay
ná……!" se oía por la emisora.
"¿Cómo que no hay ná?", le contestaban.
"Ahora mismu estoy viendo cuatro venaos". Eso, eso
era lo que había, venados por todas partes, distrayendo a perros,
monteros y cazadores.
Ya
se había comido el bocata cuando la cacería se anima al
levantar los perros un marrano que no era muy grande (unos 35 kilos),
pero que valió para que Mariano Gaipo entrara en calor y disparara
varios tiros, pero sin mucho acierto, ya que fue su sobrino Ramón
quien tuvo la fortuna de derribarle. El muchacho no podía contener
su felicidad al ver el marrano a sus pies.
A renglón seguido, saltan las
emisoras “Abajo, abajo, abajo va unu…” “A
ver… Lucinio y Mari, ¡ahí os va unu que llevan los
perros!”. Y cerca del pueblo allí estaba apostado
Licinio, con la escopeta preparada, para derribar a una hembra de unos
40 kilos de un único disparo. Aquello fue la apoteosis. Lucinio,
un aguerrido cazador con mil batallas a sus espaldas, próximo
ya a cumplir los 80 años, fue el héroe de la jornada y
su satisfacción era inmensa.
“Esti es el últimu
jabalí que mato …”, vociceraba el veterano cazador.
“El primeru…., vete a ver, igual fue unu que maté
con ésti (señalando a Cecilio) en la pizarrera de la Cabanilla,
pero ésti ya es el ultimu….". Me resisto a creer
que sea así, ya que aún quedan varias cacerías
y Lucinio es como el Cid Campeador que ganaba las batallas hasta después
de muerto.
Y así terminó la cacería
donde los venados, el frío y alguna llovizna, junto a la puntería
de Lucinio fueron los protagonistas de la jornada.
“A ver, Lucinio, ¡vete
preparándote para pagar unos cafés…..!”
le proponían los compañeros.
“Eso está hechu…”, contestaba el avezado
y veterano cazador, como así tuvo que hacer, además con
gusto.