Cuadrilla 31

Dos macizos jabalíes en Canal Mayor

Las bellotas de Llayo son más sabrosas

 

Cuando los cazadores llegaron a San Pedro para recoger las acreditaciones y repartirse los puestos, aún coleaba en el ambiente la llegada de los Reyes Magos. Más de un relumbrante chaleco dejaron entre los componentes de la cuadrilla 31 que hoy le corresponde cazar en Bicobres Norte, aquí en Bedoya.

Dada la temperatura que hacía, no parecía el día de Reyes; daba la impresión que estábamos en el mes de Abril ya que estaba caliente, cosa que todos agradecían.

Con buenos ánimos y hasta con algo de euforia, Tasín fue diciendo a los tiradores dónde debían colocarse para luego entrar los monteros con los perros unos por el Cercau, otros por Retorturas e incluso los más altos por el Collau. Había que barrer toda esa zona hasta Canal Mayor donde en principio deberían de salir los jabalís. El resultado no fue tan malo ya que no había muchos marranos, o por lo menos no salieron de sus encames y los que se atrevieron a hacerlo se llevaron el merecido castigo.
El primero que despertó y salió de su escondite se dio de bruces con Miguel Angel, el de Cahecho, que de un único disparo acabó con su vida. ¡Dios…. qué buenu soy….! gritó el mismo Miguel Angel por la emisora. Y no era para menos, tenía junto a sus pies un verraco que andaba por los 100 kilos.

El segundo le salió a Tasín, también en Canal Mayor. Se le metió entre la maleza y aunque logró dispararle, el jabalí siguió con su camino monte abajo, hasta donde se encontraba Manolín, “Pedraja,” que de dos disparos acabó con todas las pretensiones del suido.

Por la tarde se echó la parte Matavegas pero con resultado negativo. “Están pal carrascal de Llayo a las abellotas de las azufras, allí están más calientes….” se comentaba entre los cazadores. Y no les faltaría razón, ya que los perros apenas cogieron demanda y cuando lo hicieron, los jabalís ya habían puesto tierra por medio. Para más detalle a la mañana siguiente se dejaron ver junto a la ermita de Sierratama dos jabalíes. “Estarán rezando para que no les matemos”, comentaba Marcos un joven de apenas 10 años. ¡No, le rectificó su abuelo Miguel, están en acción de gracias por haber salido vivos”.
Así terminó la cacería, un poco insulsa, pero a la vez gratificante por retirar del monte dos macizos marranos.

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