Primo
Cuevas Alles, un enamorado de su pueblo
Corrían los últimos
coletazos del siglo XIX. Un joven, natural de Esanos, llamado
Santiado de las Cuevas Lamadrid partió de su pueblo
natal para casarse en Cobeña con una doncella llamada
María Alles. De este matrimonio nacieron siete hijos.
Al tercero de ellos le pusieron por nombre Primo que nació
en el citado Cobeña el día 6 de Octubre de
1.903.
Cobeña
es, y siempre fue, una pequeña población con
a lo sumo 20 ó 30 habitantes. El pueblo era el más
apartado de todos los restantes del valle, el más
pequeño, el más costoso para llegar a él,
el más arrimado al monte, en fin.., creo que hasta
el más olvidado ya que allí lo único
que había eran unas pocas de vacas y muchas ovejas
y cabras. A principios del siglo XX el pastoreo era la única
salida para los jóvenes que se arriesgaban a quedarse
en el pueblo. Por haber, no había ni escuela; los
niños, el día que lograban zafarse de ir con
las cabras, tenían que acercarse al pueblo de Trillayo,
por unos embarrados y difíciles caminos, para poder
tener acceso a la enseñanza. Eran tiempos duros y
complicados para todos y para los de Cobeña aún
más. Así fue la niñez de Primo al igual
que la de los demás niños.
Recién
cumplidos los catorce años y ya con unos flamantes
pantalones largos (hasta esa edad los niños no los
usaban), tuvo que salir a ganarse el pan que en Cobeña
escaseaba. En el valle de Bedoya, como en toda Liébana,
las únicas salidas para la juventud eran: embarcarse
rumbo a América, o partir hacia los montes de Asturias
y País Vasco a serrar madera o cortar pinos. Primo,
para no ser una excepción, se vio en esa situación
y marchó con otros jovenes, algo mayores que él
y que ya tenían experiencia, a cortar pinos a los
Pirineos. De esa manera podía aportar algo de dinero
a la unidad familiar.
Pero reza
el refranero popular español que de “casta
le viene al galgo” en clara alusión a
que los hijos suelen heredar la vocación, cualidades
o habilidades de sus progenitores para el desempeño
de ciertas tareas o funciones. Y Primo, aunque no conoció
a su abuelo Hilario de las Cuevas, siempre oyó en
casa que, estando soltero estuvo durante seis años
en Méjico, regresando luego a España. Así
lo dejó escrito Hilario: "Estuve durante
seis años por ese mundo dando vueltas y cada vez
tenía menos; por último regresé con
salud, que es lo principal". Y Primo, al igual
que su abuelo, quiso darse ese gusto con la esperanza de
que a él le resultase más propicio que a su
progenitor. Así, sin llegar a cumplir aún
los 20 años, en el año 1.923, un primo suyo
de Trillayo, Manuel de las Cuevas, le lleva consigo hasta
México.
En la capital
azteca su primera ocupación fue la de empleado en
el establecimiento de abarrotes de su primo. La tienda se
llamaba la "Torre de Potes". Posteriormente Primo
abandonó dicho trabajo y se fue de camarero a una
cantina. Luego estuvo vendiendo hielo por las calles de
México. Así se mantuvo durante una temporada
hasta que se dio cuenta de que él necesitaba expandirse,
salir, negociar....
Y lo siguiente
que negoció fue su vida, mirando a quien arrimarse
y así encontró a una apuesta joven llamada
Rosa García Hernández con la que se casó
el día 28 de Diciembre de 1.930. Tuvieron seis hijos:
Eduardo, Concepción, Pilar, Santiago, Arturo y María.
Sin ningún género de duda fue el mejor negocio
de su vida, y eso que hizo muchos y muy ventajosos. Pero
ahora las bocas cada vez eran más numerosas, así
que, como hombre trabajador y emprendedor que era, decide
ponerse por su cuenta y monta una fábrica de barquillos,
conos para helados, bolsas, platos, vasos, cucharas, capacillos,
cajas de papel y de plástico. Esa fue su otra gran
suerte en México. Seguro que su abuelo Hilario la
ayudó desde arriba para que tuviera la fortuna que
a él le fue esquiva. Pero no basta con forjar un
patrimonio, posteriormente hay que asentarlo y conservarlo.
Con el tiempo, la fábrica "Envases Primo Cuevas
S.A.", regentada por sus hijos, aún sigue funcionando
a pleno rendimiento, llegando incluso a abrirse camino internacionalmente.
Ya dije más
arriba que Primo nunca se olvidó de sus gentes de
Cobeña. Raro era el verano que no acudía a
visitarlos y viendo las condiciones en que vivían,
los accesos que tenían, su vieja iglesia derrumbándose,
pensó que aquello no podía ser así
y había que hacer algo. Se acordó de sus andanzas
de niño, de sus padres…. que si tenían
que ir al médico, era toda una odisea; lo tenían
que hacer andando por viejos y maltrechos caminos, o bien
con el caballo que había en casa. A todo esto había
que darle una solución y el mejor recurso para Primo
fue ponerse manos a la obra dando los primeros pasos para
solucionar la vida a sus familiares y vecinos que habían
quedado en Cobeña.
Así,
a finales de la década de 1.960-70, sufraga con un
gran montante económico la carretera que llega hasta
Cobeña (alrededor de tres kilómetros). Pero
Primo no quería solucionarles únicamente sus
accesos; él era una persona profundamente religiosa
y quiso asímismo solucionarles el tema de la iglesia;
así que, una vez solicitados los correspondientes
permisos con el Obispado de Santander, emprende la construcción
de una nueva que sustituya a la ya vieja iglesia medio derruida.
Una vez construidas
la carretera y la iglesia, Cobeña se vistió
de gala y lo festejó por todo lo alto. Allí
estaba Primo Cuevas Alles satisfecho, radiante y afable,
con el corazón latente al ver a sus vecinos contentos,
exultantes y agradecidos. Esos momentos eran los que más
le satisfacían: el ver a su familia, a sus amigos,
a todo el pueblo, felices a su alrededor. Estas reuniones
las solía hacer cada vez que regresaba de México.
Juntaba e invitaba a todos los vecinos del valle en una
comida campestre, normalmente en el Puerto de Taruey, y
allí no faltaba ni chorizos, ni jamón, ni
tampoco un buen vino de la tierra. Sí, Primo fue
un gran hombre y un gran indiano, si por indiano se entiende
una persona que sale de su pueblo a buscar la fortuna allá
de los mares y siempre sigue recordando lo que dejó
atrás. Forjó una gran fortuna y se acordó
de su Cobeña a la que tanto amó; nunca se
olvidó de sus raíces. Amor que así
mismo dejó bien inculcado en sus hijos.
Rodeado de
todos los suyos falleció cristianamente, como había
vivido toda su vida, el día 20 de Julio de 1.976
en la ciudad de México. Un gran hombre al que nunca
el valle de Bedoya, y el pueblo de Cobeña en particular,
le sabrán agradecer lo mucho que hizo por ellos.
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familiar
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José Angel Cantero - Diciembre 2.007 |